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Lo primero, afirmar categóricamente que yo, de los gallos, no sé nada. Me he limitado a ver los vídeos en que un grupo de caballeros de etnia gitana exigen que les devuelvan los suyos.
Traen resonancias de madrugadas antiguas, de Sócrates y el gallo para Esculapio y de los tres cantos del gallo de san Pedro. Poca broma, pues, con los gallos. Esos señores saben y emociona la pasión con la que aman o aprecian a sus animales. Hay quien se escandaliza porque sean gallos de pelea. ¿Y qué? ¿Vamos a extinguir esa noble raza de aves? Además, es lógico que el valor se traspase de los gallos a los propietarios, que para eso se crían los gallos. Como los toros bravos, los caballos españoles, los halcones cetreros y los perros de rastro.
Tampoco pasen ustedes por alto la viril amistad entre ellos: algunos son primos, o consanguíneos u honoríficos, pero primos, que es la camaradería al cuadrado. Me quito el sombrero ante el valor que dan a su palabra: “Todavía no hemos jurado”, avisan, porque cuando juren será irrevocable. ¡Cuánto tendría que aprender alguno!
Hay un segundo vídeo en que dicen que se van a cagar, con perdón, en los muertos de quienes les han robado los gallos y de quienes se toman a guasa su sinvivir. Es hipnótico: se remontan a generaciones y generaciones, como en una salmodia bíblica. Con reverberaciones míticas, pues se refieren “a sus pañuelos”. ¿Quién en España valora tanto a los ancestros? A veces hablan a varias voces, pero no a voces, porque gritar rebaja.
Les han robado y no han ido a hacer una denuncia por triplicado a la comisaría, sino que han lanzado un aviso a los ladrones, que se han confundido con ellos. Conocen a mucha gente, y recitan sus nombres casi con epítetos homéricos, con un regusto de orgullo en su amistad con gente tan peligrosa. Si les devuelven los gallos en 24 horas, irán de buenas a recogerlos. Después, ya no. De buenas –informan con dulzura–, son buenos; pero de malas, no.
La Guardia Civil les ha recuperado algunos gallos antes de que cante un ídem; y felicitamos a la Benemérita. El agravio comparativo tiene soliviantados a muchos en las redes sociales. Hay quienes se quejan de que sus denuncias no son tratadas con tanta diligencia. Seguro que no mienten. Pero tampoco han leído a Ernst Jünger, que decía que el fundamento del Derecho es un padre de familia con un hacha y acompañado de sus hijos a la puerta de su casa. O de su gallinero.
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