
Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Latinidad
Tengo todas las prevenciones del mundo contra la asunción por parte de Cataluña de las competencias en materia de inmigración. Me da la impresión de que, si esta medida se sustancia como parece que va a ocurrir, no será España la que sufra sus consecuencias, como la mayoría de los opositores gritan, sino los de siempre, es decir los débiles, es decir los migrantes. Creo también que esto será más evidente si llegan a gobernar los que han pedido estas competencias, es decir, los derechistas y, a su manera, supremacistas de Junts, que persiguen lo mismo que sus correligionarios a nivel estatal, la derecha, defensores de una particular idea de la integración consistente en cosas tan palmarias como que los inmigrantes aprendan el idioma mayoritario. No reparan en que lo primero que hace un extranjero que quiere construir su vida en España es aprender nuestra lengua, la que sea, obligados, más que por la ley, por la simple necesidad. Si los españoles tuviéramos que emigrar en forma masiva, como en tiempos pasados, ya se vería de qué manera superaríamos nuestra tradicional dificultad para hablar, por ejemplo, inglés.
En este ambiente de nacionalismos enfrentados, abundan los falsos preocupados por los derechos humanos, los que siendo racistas llaman racistas a los otros. No es la competencia autonómica o nacional lo que marca el futuro de las gentes, sino la manera de ejercerla. Tenemos por ejemplo el caso de la distribución por el territorio nacional de los menores no acompañados llegados a Canarias, que aliviaría la situación creada por la masificación en los centros de acogida del archipiélago y que es bloqueada precisamente por las autonomías más ‘españolas’, es decir las gobernadas por el PP, o sea nada sospechosas de separatismo.
Ciertos actores políticos pretenden asustarnos cada dos por tres diciendo que la última medida que haya tomado el gobierno social comunista es lo más grave que ha ocurrido en la democracia española. Se les están acabando las alarmas. Es difícil pensar qué puede ser peor en el futuro, siempre que hablemos de Cataluña. Y sin embargo, las empresas están volviendo, el independentismo está a la baja en las encuestas y por primera vez en muchos años gobierna un ‘president’ no nacionalista. Todo lo que supuestamente veíamos como deseable, pero no, al parecer no.
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