Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Ramón Castro Thomas
Envío
Salón de Grados de una Facultad de Historia. Va discurriendo con toda previsibilidad –incluidos los inevitables fallos informáticos– el ejercicio que permitirá proponer a un joven y meritorio profesor como nuevo titular de Historia Medieval. Para la exposición del proyecto docente, con acertado criterio, el aspirante ha elegido la asignatura de Historia Medieval de España. Como primer tema, una lección clásica de la materia: “El concepto de España en la Edad Media”, en estela remota del célebre libro de José Antonio Maravall, vigente en tantos aspectos después de setenta años.
¡Ay, el nombre de España! ¿Cómo puede ser tan polémico entre españoles que lo son y se sienten tales? El primero en intervenir de los miembros del tribunal se lanza en tromba: ¿Es apropiado el nombre de la asignatura?, ¿puede hablarse de España en la Edad Media?, ¿acaso no sería necesario que el aspirante hiciera una justificación de todo ello? Entre el público, forzado al silencio, me remuevo en mi asiento. ¿En qué país de Europa sería concebible semejante cuestionamiento? Nadie, entre los que pueden y deben intervenir, recoge el guante. Bastaría, si se deseara eludir la polémica con un quiebro, decir que se va a estudiar la “Historia Medieval de lo que hoy llamamos España”, pero es de temer que no sería suficiente. Para muchos tampoco hoy hay nada a lo que llamar España. Y, sin embargo, ahí están los documentos, las crónicas medievales rebosantes del nombre de España en todo tipo de contextos y discursos. Que el concepto no se ajuste estrictamente a lo que hoy –quinientos, setecientos, mil años después– entendemos, ¿niega validez al hecho de que en todos aquellos siglos hubiera una idea que iba mucho más allá de lo geográfico, que se asentaba en la historia y la cultura compartidas desde tanto tiempo atrás?
No estamos ante meras cuestiones académicas. Lo académico es un simple reflejo de una erosión mucho más amplia que, a su vez, se ve profundizada por la labor corrosiva de ciertos historiadores e intelectuales que ofrecen munición de largo alcance. En Valencia se ha visto al pueblo español en pie en un paisaje de ruina. También España, la nación más vieja de Occidente, sabrá mantenerse en pie entre las ruinas del Estado que se ha convertido en su mayor enemigo y a pesar de quienes, para acelerar su muerte, le niegan hasta la partida de nacimiento.
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