Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Los que manejan el mundo
Su propio afán
ENTRE el tedio, que destensa la atención, y las ganas de recuperarla a base de metáforas, puede que en mis últimos artículos no haya despejado el panorama político de sus nieblas; pero está claro. Tras el probable joint venture anticapitalista entre Podemos e IU, el eje vuelve a ser izquierda-derecha. El triunfo del bipartidismo sólo ha costado un cambio de género: ya no juegan dos partidos, sino dos partidas. A la izquierda, podemitas contra socialistas, jugándose el "sorpasso", ese concepto que ya nos ha sobrepasado a todos por saturación. A la derecha, con el PP apuntando a Ciudadanos con ardor cainita.
Y es esta perspectiva la que permite entender a los ministros en funciones, cuyos últimos movimientos han desconcertado al respetable. El ministro de Educación ha terminado de demoler la LOMCE en lo que tenía de bueno, que era, naturalmente, lo que irritaba a los nacionalistas y, de rebote, lo que rebotaba al PSOE. El ministro Montoro y el mismo Rajoy han vuelto a tender el puente aéreo con Puigdemont, aunque lo que éste quiere volar es la Constitución. Se trata, en realidad, de seguir apuntalando el sistema de demolición de siempre, que implica el entendimiento con los nacionalistas.
A Podemos hay que reconocerle que hizo temblar ese sistema y a Ciudadanos que sus reformas (de llevarse a cabo) lo desmontarían desde dentro. Pero todo vuelve a su cauce. Los de Albert Rivera, como vemos en Andalucía, no tienen vocación de Sansón, esto es, de tirar el templo con ellos debajo; y los de Iglesias tienen toda la pinta de apuntarse al montaje, con algunas leves protestas testimoniales.
Cuando yo decía que Pedro Sánchez no había terminado de entender el juego político (que ya había empezado a no entender Zapatero), me refería a esto. Él se ha creído que es el gran rival del PP y no su socio tácito, y que tendrá que serlo explícito si las cosas se ponen moradas. Los términos del pacto son que las costumbres y la cultura pertenecen siempre a la izquierda y la economía también -con sus impuestos altos y su intervencionismo-, pero saneada a veces por el PP. Así que la admiración de González Pons a Pablo Iglesias o el reconocimiento de Margallo de que con la austeridad "se han pasado cuatro pueblos" no son versos sueltos, sino rimas consonantes. La entente pudo saltar por los aires, pero no saltó; y la gran novedad del 26-J será que irá quedando expuesta con más claridad aún.
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