NS/NC

Su propio afán

13 de julio 2024 - 03:04

Las disensiones en el entorno de Vox iban erosionando al partido. Los pactos con el PP imponían inercias e inacciones, y las fuerzas latentes en Vox se volvían sobre sí: millennials contra boomers, exdiputados hamletianos, antiglobalistas contra liberales, obreristas contra cayetanos, monárquicos contra tronovacantistas, Meloni vs. Orban… Si Feijóo hubiese estirado el chicle de los pactos, la vitalidad de Vox no se habría apagado, pero se habría resentido.

Sin embargo, Feijóo –que no contesta (NC) al PSOE– tampoco ha sabido (NS) dormir el balón a Vox hasta desinflarlo. El PP pacta con el PSOE el CGPJ, tramita la amnistía en el Senado, regulariza 500.000 ilegales, monta en Europa con los socialistas un cordón sanitario, se pliega a la memoria histórica, ampara las leyes de género, etc. Todo eso, que al PSOE le viene de lujo, a un Vox atado por la responsabilidad de gobierno lo ponía en el disparadero de sus votantes.

Pero Feijóo, además de regalar al PSOE solucionarle su caos de política migratoria, ha liberado a Vox de su abrazo del oso. ¿Cómo? No atendiendo sus mínimas exigencias. Una vez que Abascal había amenazado con romper, a Feijóo no le quedaba más alternativa que o ceder levísimamente o afrontar la ruptura. Escogió la ruptura. Por supuesto que los de Abascal afrontarán críticas externas y algunas internas. Pero las ventajas que les regala Feijóo son evidentes.

Vox aparece como un partido capaz de cumplir con sus votantes. Con todos ellos, además, porque el rechazo de la inmigración ilegal es un denominador común, sin ese contraproducente narcisismo de las pequeñas diferencias (legítimas). Este reforzamiento de la unidad interna no se está señalando.

Ahora Vox se convierte en el partido contra la inmigración ilegal por excelencia. Y aquí viene otra clave. ¿Por qué Vox no se plantó cuando el PP le toreaba sus propuestas provida o su rebelión contra la memoria histórica o su defensa de la igualdad frente la violencia de género? Porque habrían sido rupturas más ideológicas, que hubiesen cuestionado su capacidad de llegar a acuerdos y de gobernar. Con esta ruptura, en cuanto los menas empiecen a hacer de las suyas por los barrios de España y las noticias tengan que transmitir el caos multicultural de las olimpiadas de París, todo el mundo –de Vox o no– recordará que hubo un partido que dijo “aunque todos, yo no”. Si usted no cree en el acierto de Vox, espere un poco.

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