yo te digo mi verdad
Manuel Muñoz Fossati
Mejor, como en Macondo
La aldaba
ES el único que puede ir por las calles de Valencia sin ser increpado. Eso genera celos, envidias y fobias en quien basa su poder en extraños equilibrios y en la capacidad de generar miedo (que no es lo mismo que el temor reverencial). Creíamos que aquel discurso de don Felipe del 3 de octubre de 2017 contra la declaración de independencia de Cataluña era su particular 23-F, aquella noche en que su padre se ganó definitivamente el puesto. Pero los hechos nos superan continuamente. Los escándalos nos alcanzan. Las negligencias nos abruman. Y los intentos de tomaduras de pelo nos recuerdan que demasiadas veces nos consideran menores de edad. El sanchismo no jama a la monarquía. Ni comulga con la Iglesia, nunca mejor dicho. La última vez que Pedro Sánchez pisó un templo fue el de la parroquia de Matalascañas (Almonte, Huelva) con motivo del funeral del mantenedor del palacete de Doñana donde los jefes de Ejecutivo pasan los veranos o reciben a altos mandatarios extranjeros. El otro día no se dignó a acudir al funeral de las víctimas en la Catedral de Valencia. No puede exponerse porque provoca pitadas, gritos y otras reacciones airadas. El achicharrado Mazón fue. Aguantó el tipo, sí, pero después se equivocó estrepitosamente al sacar pecho de su presencia en comparación con la ausencia de “otros”. Son para echarles de comer aparte. Presumir de haber asistido a un funeral -cuando ya tenía que haber puesto fecha a su dimisión- es una muestra de mal gusto, de escasa educación y del desahogo propio de un gamberro. Mazón tendría, al menos, que estar callado una buena temporada desde el momento en que se ha atornillado al sillón de una forma que tendrá que pasarle factura a él y a su partido. El otro, como llama el presidente valenciano a Sánchez, no puede ir más allá de las escaleras de la Moncloa sin soportar improperios. El gran problema es que el Rey tiene un discurso actual y demuestra conocer la realidad de una sociedad que sufre el efecto de la propaganda y de las falsas noticias. Interviene en Italia en una cita histórica, da la cara y recibe abrazos y soporta que en las tomas de posesión de presidentes iberoamericanos le manden como acompañantes a banderilleros del Gobierno. La tragedia de Valencia ha sido como el toro en la plaza: ha puesto a cada uno en su sitio. Solo desde el complejo se puede ver al Rey como un enemigo a batir, no como un aliado. Solo desde el resentimiento se puede despreciar a la Iglesia en lugar de reconocer la inmensa labor social que ahorra tantos euros al Estado. No es laicismo, es complejo. Y van a por el Rey por pura envidia. Tiene lo que a este Gobierno le falta.
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