
Envío
Rafael Sánchez Saus
Un día en la Fernando III
Alto y claro
El lunes se entregaron en Sevilla las llaves de 218 viviendas de promoción pública en régimen de alquiler. La noticia no hubiera merecido más que una mediana referencia en los medios locales. Facilitar vivienda a familias que no están en condiciones de acceder al mercado libre es justo lo que tiene que hacer un ayuntamiento. Más en estos tiempos en los que se ha convertido en un problema nacional de dimensiones colosales. Pero los 218 pisos de Sevilla son apenas una gota de agua en un mar de escasez y carestía y, excepto para los beneficiarios de esta promoción, no suponen ni un mínimo alivio.
Si esta entrega ha saltado los límites de lo local y sus imágenes han llegado hasta los medios nacionales es porque en el acto de la entrega coincidieron junto al alcalde de Sevilla, que era el que tenía que estar allí, el presidente del Gobierno, la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, la ministra de Vivienda, el presidente de la Junta de Andalucía, la consejera de Fomento, la consejera de Empleo y otro puñado de cargos públicos de menor relumbrón. ¿Qué pintaban allí? Pues no se sabe muy bien. Pero no hay que ser muy fino analista para deducir que todos buscaban salir en la foto y ocupar espacio para que no lo ocupara otro. Cierto es que podían aducir que todos habían arrimado unos cuantos millones para que se construyeran las viviendas. Pero ni la aportación del Gobierno central ni la de la Junta de Andalucía justificaban ese despliegue de personalidades, incluidos los máximos responsables de cada una de esas administraciones.
Este guirigay de altos cargos no deja de ser una anécdota que da para algún chascarrillo divertido, pero el hecho es sintomático de hasta qué punto la política se ha convertido en un concurso de figuración y las agendas se ponen al servicio de ese objetivo sin un atisbo de duda. No importa el qué se haya hecho, sino la utilización en beneficio propio de lo que se haya podido hacer o se pueda dar a entender que se ha hecho. Y perdonen el trabalenguas. Importa la foto, el discurso y el minuto de telediario. Todo lo demás queda en un segundo plano.
Este tipo de gestos reflejan la pobreza en la que ha caído la política. Seguro que siempre han existido este tipo de comportamientos y el sistema los ha conllevado sin demasiadas dificultades. Cierto. Pero también lo es que con puestas en escena como la del lunes en Sevilla a cualquiera se le ahonda la sensación de que nos toman por tontos.
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