‘El odio’ y la libertad

Alto y claro

31 de marzo 2025 - 03:05

El episodio del libro sobre el asesino José Bretón, triste desde cualquier punto de vista bajo el que se le quiera analizar, ha terminado de una manera lógica: la editorial Anagrama, en una acción de defensa reputacional, ha decidido aplazar sin nueva fecha su publicación. No es para menos. La polémica que se había levantado tras conocerse que El odio iba a distribuirse a librerías a partir de esta semana posiblemente lo hubiera convertido en un bestseller, pero era mucho lo que se arriesgaba a perder una editorial que ha atesorado durante décadas un enorme prestigio entre los lectores españoles. Este caso es ante todo un error del escritor y de Anagrama. No se entiende muy bien cómo se han tomado las decisiones en este asunto.

El libro era inoportuno porque los hechos a los que se refieren están demasiados recientes y todavía las heridas supuran. Además, hay una víctima, Ruth Ortiz, que tiene todo el derecho del mundo a defenderse y a impedir que se le dé voz al tipo que asesinó a sus hijos para hacerle daño a ella. Si acaso el libro es oportunista. Para el asesino porque eventualmente podría esgrimir su confesión pública para obtener beneficios penitenciarios y para el autor y la editorial porque el éxito estaba garantizado.

Pero dicho todo esto, también es necesario señalar que lo que ha ocurrido en España en los últimos días en torno a El odio y Luisgé Martín afecta directamente a la libertad de expresión. El autor tenía perfecto derecho a escudriñar la mente del asesino y realizar con ello un ejercicio de creación literaria. No es el primero que ensaya esta línea de relatos basados en hechos reales. Tampoco será el último. Desde esta perspectiva, el libro debería haberse publicado y, una vez conocido su contenido, las personas que se hubieran considerado perjudicadas tendrían que haber acudido a los tribunales.

Lo que se ha hecho no deja de ser un ejercicio de censura previa, comprensible para muchos por las circunstancias especiales que concurren en este caso, pero que ha impedido que los lectores conozcan una obra que su autor tenía perfecto derecho a escribir. Que José Bretón sea un criminal especialmente repulsivo que lo hace odioso para cualquier persona con un mínimo de sensibilidad no justifica, aunque cueste trabajo escribirlo, que en una democracia se ejerza censura. La libertad de expresión tiene límites, pero hay que ser muy escrupulosos a la hora de fijarlos.

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