La oficina

En tránsito

31 de julio 2024 - 03:04

Imaginemos por un momento que Melania Trump, cuyo único mérito académico conocido ha sido prestar su imagen para una ignota casa de modas de la antigua Yugoslavia y posar desnuda para la revista Max Magazine, hubiera instalado una oficina en la Casa Blanca, justo al lado del Despacho Oval de su marido Donald Trump cuando éste era presidente de los Estados Unidos. E imaginemos ahora –es verano, hace calor, podemos dejar vagar la imaginación– que la “oficina” de Melania Trump estuviera destinada a captar fondos públicos, unos fondos públicos, por cierto, que luego repartía su marido. Imaginemos lo que habrían gritado nuestros intelectuales de cabecera –los más comprometidos, los más antifascistas– si eso hubiera sucedido. ¿Qué hubieran dicho en la Ser, por ejemplo? Imaginemos, sí, imaginemos.

Y más aún, imaginemos que esa “oficina” no hubiera estado en la Casa Blanca sino en el palacio de la Moncloa justo cuando ocupaba el gobierno Mariano Rajoy, es decir, la derecha más a la derecha de la derecha más extrema. Imaginemos, sí, imaginemos. Y supongamos que la mujer de Mariano Rajoy, sin tener ningún mérito conocido, hubiera tenido esa “oficina” al lado del despacho oficial de su marido. Imaginemos la prosa lincantrópica –con espumarajos incluidos– que hubieran dedicado a esa “oficina” nuestros intelectualitos progresistas. Porque hay una cosa evidente: si los hechos hubieran sucedido así, los exabruptos contra esa “oficina” de la esposa de un presidente del gobierno habrían llegado hasta el desierto del Kalahari. Ni el hincha de fútbol argentino más bruto que podamos imaginar –como aquel que le gritaba a Higuaín “gordo terrorista de choripanes que te atas la pija con la punta del obelisco, morite, fosa séptica”– podría competir con los insultos que le dedicarían a Rajoy y a su esposa si las cosas hubieran ocurrido durante un gobierno del PP. Pero ahora, cuando estas cosas han ocurrido con un gobierno supuestamente progresista, nuestros licántropos de guardia guardan silencio o juran que se trata de una fraudulenta maniobra judicial. Y se trata de dinero público, eh, ese dinero público que esos intelectuales juran defender cada vez que abren la boca. Inaudito.

Recuérdalo tú y recuérdalo a otros, ahora que los cuatro desgraciados de siempre acabamos de pagar nuestros impuestos.

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