Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Ramón Castro Thomas
Su propio afán
Ayer, en Madrid, una lectora muy cualificada me dijo, muy amable, que leía estos artículos y que, además, le gustaban bastante. Me alegré lo indecible. Luego, cuando bajamos al detalle, me di cuenta de que lo que le gustaba de verdad de mis artículos eran los comentarios que me hace José Luis Piquero, que me ponderó con gran fervor e insistencia. José Luis Piquero es un poeta y traductor estupendo, y bastante rojo o morado, por decirlo cromáticamente, que tiende a criticar estas columnas con un ojo implacable.
En absoluto me pareció mal, aunque podrían ustedes pensarse que mi vanidad se resintió. No. Por mi parte, admiro mucho a Piquero, como poeta, claro, como traductor, por supuesto, pero también como crítico de estas columnas. Le admiro su constancia, pues quizá no me lea siempre (no le llevo la cuenta y, además, si no hablo de política, no comenta), pero lo hace con una fidelidad que emociona. Yo confieso, avergonzado, que no leo así –con ese ojo fijo– a ningún columnista de izquierdas. Que Piquero, que podría contentarse con leerme la poesía, y ya sería de agradecer, me lea a pesar del abismo ideológico que nos separa, habla muy bien de su curiosidad intelectual, de su pasión política y de su fe (con perdón) en la capacidad de entendimiento entre bandos contrarios. Me regala –sin querer– una lección moral.
Por otro lado, a veces tiene razón. No en la cosmovisión (creo) pero sí en afearme algún dato que yo he dado por bueno porque lo he tomado de mi cámara de eco o de mi zona de confort ideológico en las redes sociales. Si es el caso, enseguida rectifico, porque contra la dichosa progresía estoy siempre, pero contra la verdad, no estoy jamás. A veces me corrige cosas que, ya sea porque son ideas o sesgos suyos o porque son datos que él ha tomado de su cámara de eco o zona de confort, son falsos. Como sé que él los cree verdaderos y que me los espeta por mi bien, se los agradezco igual, aunque entonces no corrijo nada.
Que mi lectora de Madrid valorase de mi obra las aportaciones de Piquero me parece ajustado a mi poética. ¿No sostuve siempre que el texto lo hacemos a medias entre el autor y el lector? Yo me concentro en las líneas y el lector en las entrelíneas. Sería muy hipócrita ir por ahí diciendo que lo mejor de mi literatura son sus lectores y luego, cuando una lectora me lo corrobora, poner mala cara. Y menos con Piquero, al que ella y yo admiramos tanto.
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