El Palillero
José Joaquín León
Noviembre, el mes de Falla
Su propio afán
EL obispo de Madison celebrará, de ahora en adelante, la misa Ad Orientem, esto es, mirando hacia el Este, de donde sale el sol, figura de Cristo, y de espaldas, por tanto, a la comunidad, que también mirará a Cristo y no al oficiante que estaría enfrente. Es una gran noticia, pues muestra las ansias de renovación de la Iglesia, que sólo han de venir de Cristo, y que en nuestra provincia ponen también sus picas en Flandes con las misas de rito extraordinario, o sea, en latín, para entendernos, de Cádiz y de Jerez. La palabra "renovación", como la expresión "de nuevo", reúne lo antiguo y lo actual, significando que toda novedad viene de tiempo atrás, del mismo modo que lo original es originariamente lo de los orígenes.
Las razones teológicas las ha expuesto el Cardenal Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino, y un poco antes las expresaba en Todavía más virutas de taller el poeta Miguel d'Ors. En la misa Ad Orientem, como espaldas y cogotes son bastante impersonales, el protagonismo era todo del sacramento; pero ahora, como las caras suelen ser tan singulares, surge, según el poeta, un excesivo protagonismo de la individualidad del sacerdote y la consiguiente tendencia a personalizar las homilías e, incluso, la liturgia. El colombiano Gómez Dávila ya había sentenciado con su puntería característica: "Los ritos preservan, los sermones minan la fe".
No debe de ser casualidad que el enfriamiento de la fe popular haya coincidido con las reformas litúrgicas y las homilías divagatorias. Todavía he visto yo en la Sierra de Cádiz los últimos coletazos de la sana costumbre de que los hombres aprovechasen la homilía para salir a echar un cigarro. Desde que dejaron de salirse, dejaron de entrar. Sería más considerado anunciar, cuando el sacerdote desee exceder el límite de un breve comentario a la palabra de Dios, una conferencia suya a otra hora distinta, y a ver quién iba. Soltárnosla a los que fuimos a misa es abusar de nuestra devoción. Tengo un hermano que asiste preventivamente con un libro de Teología. Como la homilía no le suene o se alargue, se pone en la posición del pensador de Rodin, lo abre discretamente sobre sus rodillas y repasa al Aquinate o a Ratzinger.
Pero quizá me he ido por las ramas. Ramas por las que no se irá el obispo de Madison, que se ha orientado bien, y celebrará su misa dominical mirando hacia donde tenemos que esperar todos.
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