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Yo sé bien que, a pesar de los pesares, tú vas a seguir cantando en la orillita, en la orillita de la Caleta. Esa misma orilla por donde yo ahora con mi locura te ando buscando, derramando sobre sus olas las pocas lágrimas que me quedan para que nadie me vea llorar. Porque yo no quiero llorarte, querido Manolo. Yo quiero seguir llevándote en el recuerdo de nuestras coplas del alma. Coplas tuyas y mías. Coplas de Cádiz. Coplas de nuestro barrio de la Viña. Siempre la Viña. Y quiero pasearte por sus calles riendo contigo. Contagiándome de tu alegría, Gaditaneando contigo. Escuchándote cantar los primeros compases del pasodoble más viñero que pueda parir coplero alguno antes de presentarlo a nuestra chirigota. La chirigota de la Viña. Siempre la Viña, Manuel, tu Viña. Y quiero seguir quedando contigo en el Ducal, lo más cerquita posible del Falla, para seguir hablando de nuestras cosas antes de entrar al teatro para admirarte contemplando como se te cae la baba con tus dos hijos, Manolín y Palmira, mientras derrochan ese arte heredado sobre el mismo escenario en donde su viejo, tú, mi querido Manolo, se entregó en cuerpo y alma durante toda su vida. Ay, la vida, Manuel. Que injusta e ingrata se muestra a veces. Pero hoy no quiero estar triste. No quiero llorar. Ni siquiera enfadarme. Hoy quiero cantar contigo alegremente hasta el amanecer, desde “Me han dicho que el amarillo” a “Con la maldición de vivir siempre en la Caleta”. Vivir, amigo Manuel. Vivir y revivir contigo esas noches caleteras contemplando las estrellas mientras que en el barrio de la Viña, por toda su calle de La Palma querrán poner luces extraordinarias en honor a tu nombre. Si, Manuel. Porque no ha existido ni existirá un coplero en el mundo que haya querido más a su barrio de la Viña que Manolo Santander.
Y ahora, posiblemente como siempre, vendrán todos los reconocimientos y todos los honores. Pero ya te digo yo que tú no necesitas que te abran las puertas del Gran Teatro Falla. Ni es necesario que te dediquen una calle en tu barrio de la Viña, ni que Cádiz, tu tierra, te guarde tres días de luto. Porque tú, amigo Manuel eres el Falla, la Viña y Cádiz todo junto. Además, esas cosas quedan para los que mueren, y tú, mi querido Manolo, no morirás nunca, porque tus coplas las seguiremos cantando eternamente en la orillita, en la orillita de tu Caleta.
Hasta siempre, viñero empedernido… mi viejo y querido amigo Manuel.
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