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El lunes, en Bruselas, la vicepresidenta del Gobierno, señora Díaz, se mostraba contraria a un incremento del gasto militar, en tanto que sus antiguos compañeros de Podemos exigían, mediante una proposición no de ley, la salida de España de la OTAN y el desalojo de sus bases. Esto es, el viejo “OTAN no, bases fuera” del siglo pasado, con un añadido de importancia: quien solicita ahora la salida de la OTAN es el señor Musk, suponemos que con la benemérita intención de subvenir a las necesidades e intereses del señor Putin, en tanto coincidan con los estadounidenses. Tenemos, pues, que a la OTAN ya no la quiere nadie, ni por un extremo ni por el otro. Siendo así que la OTAN podría verse reducida, o casi, a esta orilla del Atlántico norte, con la excepción de Canadá y Groenlandia, hoy señalados vertiginosamente por la nueva política del señor Trump.
La señora Díaz también afirmó el lunes que “no se arregla nada por subir el presupuesto militar”. Añadiendo que fue un error “externalizar” la defensa europea en los USA. Pero, claro, si queremos enmendar ese error señalado por la vicepresidenta, habría que reemplazar de algún modo lo que nuestros antiguos aliados aportaban en beneficio de la OTAN, costeándolo nosotros diligentemente. De ahí que la sugerencia de la señora Díaz parezca poco viable. Y principalmente, poco útil a efectos de la defensa europea. La señora Díaz, como bien saben sus compañeros/adversarios de Podemos, se halla presa de aquel discurso convencional de la izquierda europea, neutral y pacifista, cuyo resultado más oprobioso fue el pacto Ribbentrop-Mólotov de agosto de 1939, que permitió la invasión nazi de Francia con la abominable aquiescencia del comunismo francés. De ahí que sus antiguos compañeros de Podemos hayan decidido arrinconar a la señora Díaz, atendiendo a este melancólico lugar común del antimilitarismo. No obstante, en las condiciones actuales, dicha ambición puede tildarse, a lo sumo, de escasamente práctica. Son los señores Musk y Trump quienes no parecen muy interesados en sufragar la OTAN, y quienes comparten eslogan y pancarta con nuestra vanguardia pacifista. De hecho, el incremento del gasto militar responde a esta necesidad sobrevenida: cómo garantizar la seguridad de Europa sin el concurso de la OTAN, comandada por EEUU.
Así pues, el sueño de la vieja izquierda idealista y cantautora (“OTAN no, etc.”), podría hallarse próximo a su consecución. Nuestra izquierda, sin embargo, parece ignorante de tal suceso.
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