La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
La aldaba
Yoli tiene un problema gordo que se disparará cuando regrese de Colombia y tenga que dar la cara ante las baterías de alcachofas. No bastará ya con hablar de “espacios de integración para la igualdad”, “sinergias entre entidades ciudadanas para combatir el micromachismo que lastra la cotidianidad entre géneros”, “pactos para la creación de ámbitos de seguridad ante la intolerancia” o “la generación de oportunidades para avanzar en el fomento de hábitats saludables desde el punto de vista del multigénero” y otras licencias del lenguaje fatuo, estúpido, vacío, de diseño y pretencioso tan del gusto de cierta izquierda con vocación al extremismo. A Yoli le han birlado el estandarte, la han dejado entre la espada y la pared. No podrá ahora vender las “cosas chulas” que nos tenía prometidas para la España happy flower del futuro. Le han tumbado al portavoz parlamentario, el mismo que tendrá un final “siniestro”, según ese pánzer de la intelectualidad política que es Pablo Iglesias, que dejará al gato sin pelo de tanto acariciarlo.
Son todos de película. Yoli con su neocomunismo perfumado. Iglesias con la oratoria de engañabobos que nos ha devuelto a aquellas noches donde se hizo famoso en Intereconomía. Nunca se nos olvide el foro que contribuyó decisivamente a su aupamiento. Y Errejón con un comunicado al que no le falta un perejil. ¿Qué tendrá que ver la bomba racimo que acaba de estallarle al ya ex portavoz de Sumar con el neoliberalismo, la subjetividad tóxica, el heteropatriarcado y la presión de la primera línea de la vida política? ¿Y qué pinta el pseudo-partido Sumar anunciando una investigación? Aquí tiene que intervenir la Fiscalía, que para algo está más que para filtrar papeles del novio que Ayuso nunca debió defender desde el ámbito institucional. Toda la que se considere víctima que acuda a la Policía antes que a las redes sociales, dicho sea con el máximo respeto a cada afectada para que decida sus tiempos, con la cautela debida y con la prudencia a la que obliga la delicadeza del asunto. Y todos los que supieron algo tendrán que explicar la razón de su silencio, que rima con encubrimiento. ¿Verdad, Yoli? Tendrán que rendir cuentas por sus bocas calladas tras las matracas moralizantes de las que han hecho su particular banda sonora. No serán humildes nunca, escupirán las perífrasis como el calamar suelta la tinta para pasar desapercibidos, no pasarán vergüenza porque carecen de ella. Crearán “nuevos espacios de esperanza en los que desarrollar una masculinidad carente de aristas”. Son bobos porque viven de la bobería. El peligro es que están en puestos de gobierno. Y la gran verdad es que se creen sus mentiras con todo el desahogo. Y están orgullosos.
También te puede interesar
La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tener un alma
El Palillero
José Joaquín León
Propietarios o proletarios
¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La semana ‘horribilis’ de Sánchez
Lo último