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Hace muchas manos que para el PSOE andaluz pintan bastos. Mucho antes de que Pedro Sánchez decidiera, para echar de la mesa a Susana Díaz, meter baza con Espadas, Juan. Las razones por las que el socialismo meridional está fuera del juego no se explican sólo con un liderazgo fallido –nunca conectó con los andaluces– y empecinado en el error de usar las cartas que reparte Ferraz: el PP llegó a la mayoría absoluta porque el electorado andaluz entendió que la mejor forma de que Vox nunca repartiera juego desde la Junta era hacer muy fuerte a Juanma Moreno, que sigue jugando bien las cartas de la moderación. Y está en vías de conservar esa mayoría social y política tras recoger de la mesa el descarte del socialismo respecto a la igualdad de los españoles y el papel de Andalucía para tomar cartas contra los privilegios a los territorios con pulsiones separatistas. Invirtiendo así las tornas de los albores de la Autonomía.
Pero también es cierto que muchas voces en el partido del puño y la rosa no quieren ya seguir haciendo el sota respecto a Espadas: un antilíder que tiene a la organización mortecina y es incapaz de ser alternativa electoral. Pero aunque sean hasta mayoría, esas voces están desunidas. Por ello Espadas, que renunció nada menos que a la Alcaldía de Sevilla para volver a la timba autonómica, decidió jugar su propia partida: volver a presentarse a la secretaría general, con la baza de que la ausencia de alternativa clara le da ventaja. Y se mantiene en sus trece convencido de que tiene carta blanca de Ferraz para presentarse y competir para revalidarse, incluso cuando en cada mano queda patente que no muestra interés ni siquiera por tener cartas ganadoras: ahí está el ejemplo de su actitud autista respecto al pacto para recuperar la Alcaldía de Jaén.
La partida, empero, no ha terminado todavía y siempre la gana el que comete el penúltimo error. El juego está pendiente de si Sánchez –enfrascado en atajar problemas más acuciantes, como la corrupción en su Gobierno o salvar la mayoría parlamentaria– rompe la baraja y Espadas empieza a verle las patas a la sota porque Ferraz sí promocione a un candidato alternativo que aglutine todas las cartas, susanistas incluidos. O, por contra, de si Espadas juega bien las cartas de que no haya más alternativa que el ungido por Susana o Luis Ángel Hierro o ambos, ante la inacción de la dirección federal. Porque la decisión de jugárselo todo a esa carta ya la tomó Espadas antes del Congreso de Sevilla que él presidió y en el que nunca llegó la ratificación que esperaba.
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