Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Telonazos al mamarracho
Envío
Es imposible comprender la evolución de la política española desconociendo el papel jugado en todo momento por eso que ha dado en llamarse “las cloacas del Estado”, los diversos servicios policiales o de inteligencia que se supone debían existir para proteger a España de sus enemigos. No me refiero ya a sucesos tales como el asesinato de Carrero, el 23F y, sobre todo, el terrible 11M, sino a su para mí segura intervención en los más penosos y oscuros episodios de la vida de los partidos, especialmente de aquellos, a izquierda y derecha, que en su momento pudieron representar o llegar a representar un peligro para el establishment que vampiriza al Estado desde hace décadas.
En efecto, cada vez que una nueva formación política del signo que sea, desde UPyD o Ciudadanos hasta Podemos, ha puesto en peligro el modelo bipartidista, han florecido en ellos, en el momento más delicado, justo cuando empezaban a ser verdaderamente molestos, las desavenencias y traiciones más venenosas. No es posible que se trate de una casualidad, por más que puedan influir la mala calidad de ciertos liderazgos o las pasiones que desatan las expectativas de influencia y poder. No me cabe duda de la existencia de operaciones destinadas a desmontar desde dentro a los nuevos partidos mediante la acreditada táctica del divide y vencerás.
Lo visto ya otras veces se trata de repetir ahora con Vox. Es evidente que han fracasado todos los intentos de destruirlo, o al menos de reducirlo a la irrelevancia, mediante el cerco, la manipulación y la calumnia de los medios, del ninguneo o la exclusión practicados por los partidos sistémicos. Pese a sus innegables problemas, a su escasa capacidad para resolver conflictos inevitables en un partido de aluvión, Vox se afianza y crece por razones de hondo calado que me molesté en tratar de explicar en un libro hace ya algunos años y que tienen que ver con el profundo malestar de capas cada vez más amplias de la población española, cuyas dificultades son ignoradas cuando no directamente provocadas por los gobiernos. Sería catastrófico para España que, si se consiguiera desestabilizar un partido respetuoso con la ley, la Constitución, la Monarquía parlamentaria y las instituciones, ese malestar fuera canalizado por fuerzas inasimilables. Lo que no va a suceder, pueden estar seguros, es que esos millones de votantes vayan a regresar al redil del voto cautivo.
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