Enrique García-Máiquez

Todo por la pasta

Su propio afán

13 de octubre 2024 - 03:06

Ayer lo decíamos. Pedro Sánchez es tan letal que sólo él sería capaz de acabar consigo mismo. La que ha liado su banda con la corrupción en poquísimo tiempo es de aúpa. El capitalismo acabó con el socialismo, sí, pero también ha laminado la erótica del poder, salvo con Ábalos, que es un clásico y todavía está a favor incluso del poder de la erótica. Creíamos que a Sánchez le interesaba La Moncloa y, al final, va a ser todo por la pasta, hasta la cátedra prêt-à-porter de su señora.

Lo que ha hecho este hombre con el partido socialista, con los principios democráticos y con el elemental valor de la palabra dada no tiene nombre. Y nosotros, ingenuos, pensando que le arrastraba la hybris por la presidencia de Gobierno al menos. Qué va. Era trincar.

Por supuesto, Sánchez puede sacarse un conejo de la chistera y dar el esquinazo a esta crisis reputacional, él que se va quedando sin ella y cada vez vuela con más plomo en las alas, al contrario de Delcy, que cada vez vuela con menos oro en las maletas. Lo más progresivo de este gobierno de progreso es la podredumbre. Se le pudren los argumentos: Sánchez, a partir de ahora, ¿cómo va a acusar de fakenews a los medios (especialmente TheObjective) que han demostrado que era verdad lo que él decía que era mentira?

Si resiste un poco, será interesante ver las trampas y trampantojos que tiende para aguantar en su cuerda floja; pero aquí ya lo importante, sin embargo, es lo que vendrá después. ¿Seremos capaces de conformarnos con el turnismo y tener otro presidente que se dedique a poner parches a la gestión socialista, pero sin cambiar nada profundo?

Sería perder el tiempo cualquier Gobierno próximo que no se plantee seriamente cómo pudimos tener un presidente que parasitase así las instituciones del Estado, que hizo de la mentira sus modusoperandi y que pactó como un Fausto efervescente con lo peor de cada casa para sostenerse. Y no se trata sólo de un test de resistencia institucional, sino que habría que hacer un examen de conciencia más profundo, incluyendo el sistema educativo, la actitud cultural y el estado ético de la nación. Pongamos que, como estamos acostumbrados, no se hace: en cuanto se olvide lo de Ábalos, Delcy, Begoña y Pedro, volvemos a las andadas y andanadas demagógicas del socialismo crónico. Aunque parezca mentira, Pedro Sánchez no es más que un síntoma, por fortuna tan virulento que acabará autodestruyéndose.

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