Con la venia
Fernando Santiago
Pelotas y chivatos
Su propio afán
No debería estar escribiendo este artículo al menos por dos motivos. Uno, porque voy a rozar de nuevo la cuestión del feminismo, y es un tabú, que ciega los argumentos y nos aboca al escándalo y al "¡cómo se te ocurre!" sin pasar de la segunda frase. Y dos, porque de lo que vengo a hablar ya lo contó estupendamente Jesús Ollero en su "La campaña a examen".
Pero tengo que escribir este artículo como mínimo por dos razones. La primera es que puede que ustedes no leyesen por cualquier circunstancia ese análisis concreto de Ollero. Y estaría muy mal que, pudiendo yo subsanarlo, debiéndome como me debo a mis lectores, se perdiesen ustedes lo más brutal de lo que llevamos de campaña. Y la segunda razón es que resulta tan significativo que todo comentario y asombro es poco. ¿Y qué ha sido eso? Pues que Jesús Rodríguez, segundo de la lista de Podemos por Cádiz, había ido al debate en la televisión por Teresa Rodríguez, líder del partido, que se había salido por la tangente. Hasta ahí, muy bien: cada partido manda a los debates a quien le da la gana. Lo tremendo es que el buen hombre, tras el debate, extrajese la siguiente conclusión: la necesidad imperiosa de las listas cremallera, decepcionado porque no hubiese allí ninguna mujer. Como le pregunta Ollero: "¿No tenía que estar tu Teresa?"
La justificación de esta columna es añadir dos pequeñas reflexiones a esa pregunta de cajón, incontestable. La primera, sobre la evidente degeneración democrática que tenemos encima. Alguien tan cáustico y tan crítico como Gómez Dávila había avisado: «Al demócrata no le basta con que respetemos lo que quiere hacer con su vida, exige además que respetemos lo que quiere hacer con la nuestra». Un aforismo afilado, desde luego; pero que se ha quedado obsoleto frente a Podemos, que quiere imponernos a los demás lo que no quiere hacer con su vida. Ya no es sólo la doble moral fiscal de Monedero ni Errejón y su casta universitaria. Es que no mandan a su número uno, que es una mujer y, sin solución de continuidad, lamentan muy amargamente que no hubiese mujeres. Y salen proclamando la necesidad de obligar por ley a las listas cremalleras. La segunda idea es que Podemos es la revolución y la insumisión ante las leyes… de la lógica y la coherencia.
Las listas cremalleras ya son norma en este país; y es Syriza, el aliado griego y el modelo de Podemos, el que tiene un gobierno sin ninguna mujer.
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