Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Los que manejan el mundo
Su propio afán
Los juegos de manos del ministro Escrivá con las pensiones ha recibido un varapalo integral en Europa. Una cosa son las trampas con la soberanía y la ley, que bueno –suspiran los eurócratas–, son asuntos internos (¡y tanto!). Y otra cosa son las cuentas, y cuando son tan cuantiosas, más. Un agujero en nuestras pensiones es uno negro capaz de tragárselo todo, incluyendo la economía de la zona euro, que es lo que importa.
El problema es multifactorial. Es económico. Pero también político. Los pensionistas son los votantes más numerosos y los que más van a votar y, además, tres en uno, los que más se orientan por la defensa de su interés. A un partido político que se enfrente a los pensionistas lo jubilan.
Y hay más. Un problema moral doble. La única manera de atajar el problema de las pensiones es revirtiendo la invertida pirámide poblacional española, pero eso es lento y caro y, encima, implica en última instancia rebelarse contra todas las tendencias y pulsiones hedónicas y antifamiliares del gobierno actual. El socialismo tendría que hacer una enmienda a la totalidad a su discurso moral. Y, de paso, reconocer que la solución soñada de permitir que la inmigración masiva se eche sobre los hombros la pirámide declinante ha sido una utopía falsa. La inmigración no termina de aportar a las arcas públicas, sino más bien lo contrario, pues requiere ayudas sociales y absorbe muchos servicios públicos. Eso también habría que revisarlo.
¿Y ya? No. Otro prejuicio debería caer. Tal y como están ya las cosas, hace falta que mucha población en edad de jubilarse decida seguir trabajando voluntariamente. Para conseguirlo, hay que crear incentivos fiscales importantes y retirar barreras burocráticas. Los salarios de los post-jubilados deberían estar integralmente exentos de IRPF hasta la cantidad de impuestos que recibirían de pensión. A fin de cuentas, si siguen trabajando se la ahorran a la Seguridad Social al mismo tiempo que generan riquezas. O se toman medidas así de tajantes o la gente preferirá la jubilosa jubilación, como es lógico y tienen derecho. Pero para eso hay que desprenderse del ansia recaudatoria instalada en el cerebro reptiliano del político medio.
Supongo que Escrivá empezará otra vez a mover frenéticamente los cubiletes de su bolita de las pensiones para ver si cuela en Bruselas otra reforma-retoque. Todo menos meterse a fondo en un problema que parece no tenerlo.
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