Confabulario
Manuel Gregorio González
A lienación planetaria
Los premios y honores que se conceden en la ciudad de Cádiz están sujetos a comentarios. Entre ellos, los más habituales en las conversaciones de los entendidos suelen ser las dedicatorias de calles, y también los de hijos predilectos y adoptivos. Como el Ayuntamiento no los suele conceder de uno en uno, sino a varios de una tacada, las designaciones quedan más repartidas. Y así lo que a unas personas les parece mejor a otras no, y a la inversa. Siempre ha pasado y este año también. Todos los premiados tienen méritos, y otros que pudieran haberlo recibido también. Entre los premiados por el Ayuntamiento, yo me quiero referir a Ramón Velázquez.
Algunos consideran que premiar a un capataz de pasos de Semana Santa es una exageración. Pero la mayoría de los gaditanos saben que su nombramiento es más que merecido. Ramón Velázquez se ha caracterizado por ayudar y no ha buscado protagonismo. Podría haber figurado mucho más en Cádiz y en las cofradías. Como lo he vivido en ocasiones desde dentro, he visto que cuando se le pidió colaboración la dio. Por ejemplo, para los actos del Bicentenario de la Constitución en 2012. Y que cuando se trataba de salir en las fotos nunca iba buscando la primera fila.
Es un capataz que dignificó el martillo. Antes que él hubo capataces legendarios en Cádiz, de los que Manuel Pájaro y Manuel Merello (conocido como El Rubio del Aceite) fueron los dos que popularizaron y salvaron el mundo del martillo. Se dice el mundo del martillo porque ser capataz significa ser jefe en un mundo difícil de entender para los que no son cofrades. Cuando llegó otro tiempo, con los cargadores supuestamente hermanos, Ramón Velázquez aportó otro aire a las cuadrillas, con una disciplina que mejoró las costumbres. Algunos le criticaban mientras le imitaban. Y no me refiero a la forma de andar, ni a un horquillazo de más o de menos, sino a la seriedad.
Pero Ramón es mucho más que un capataz. Ha sido el alma de la tertulia Al Palo, que convirtió en gaditano a Abel Moreno y organizó los conciertos en el Teatro Falla para la ayuda benéfica a Gerasa. Y así vinieron bandas de postín, que están en el origen de la afición por la música cofrade que ha eclosionado en Cádiz. Tampoco se debe olvidar que cuando Afligidos, una cofradía histórica de apellidos ilustres gaditanos, iba camino de la extinción, fue Ramón Velázquez quien dio un paso al frente y la recuperó.
Siempre ha ido de frente en Cádiz, no para presumir, sino para colaborar y ayudar cuando era necesario. Se merecía ser gaditano predilecto.
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