Un presidente de gobierno debe integrar

Monticello

24 de febrero 2025 - 03:05

El Gobierno es un órgano político y su presidente no puede ser neutral. El poder ejecutivo no aspira a la equidistancia, como tampoco pueden ser neutrales las políticas públicas que éste impulse a través de su acción de gobierno. La naturaleza política de la jefatura de Gobierno se entiende bien al contrastar sus funciones con la jefatura del Estado en una Monarquía Parlamentaria. El Rey, a diferencia del Presidente del Gobierno, carece de poderes y, con ello, de una dimensión puramente política en su actuación. Sobre esta base se insiste en que la Jefatura del Estado cumple con una función para la que no es igual de apto el Jefe de Gobierno, como es la de la integración de la comunidad política. El Rey, órgano neutral, disfruta de una disposición simbólica para unir de la que carece quien, por definición, está en la lucha política por el poder. Esta es la tesis académica ortodoxa, pero creo que la realidad nos demuestra que, dada su posición institucional, también en un régimen parlamentario, es el presidente quien está mejor capacitado institucionalmente para integrar y, sobre todo, quien ha de actuar atendiendo a un deber constitucional no escrito que es el vedarse a sí mismo un espíritu de facción que sitúe a ciertos ciudadanos o colectivos como outsiders de la comunidad política.

El Estado Constitucional atraviesa un ciclo en el que hace frente, entre otros, al riesgo de la desintegración. Será en su capacidad de integrar donde se medirá la dignidad política de nuestros actuales líderes. Es en este contexto histórico en el que llama la atención la opción de nuestro presidente de no haber dirigido en ningún momento de su mandato un discurso que busque integrar a los millones de ciudadanos que hicieron al partido de la oposición el más votado en las últimas elecciones. Lejos de esto, se suma a este partido y con ello a sus votantes, a esa facho esfera que sirve como significante populista de la lógica amigo-enemigo. Al mismo tiempo que se desprecia el valor de la neutralidad institucional y de la publicidad democrática, sin considerar que estas licencias predisponen nuestro sistema a la indulgencia para un autoritarismo futuro. Este desvalor en la ejecutoria política de nuestro presidente adquiere una nueva dimensión para Europa con la nueva administración Trump. Las democracias europeas necesitan liderazgos que refuercen y comprendan la trasversalidad de sus comunidades democráticas y no aquellos que busquen el rédito político alentando la idea de que el país es “una casa dividida contra sí misma”.

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