Postdata
Rafael Padilla
Una pésima hipótesis
Salió una princesa, entre una niebla que se paseaba, con Cádiz al fondo. Las lágrimas de los padres de todos los años, pero también el Rey y la Reina despidiendo con orgullo a su hija Leonor, que heredará la Corona de España. Princesa que se les va a Ultramar por esos mares de menta amarga. Ya escribió Rafael Alberti que la mar más verde es la de enero. Y Cádiz vuelve a ser lo que fue cuando el buque escuela Juan Sebastián de Elcano zarpa del puerto con los guardiamarinas. Es la última reminiscencia del Cádiz de Ultramar y de un puerto que fue el principal de las Españas, la entrada y salida del Reino para los que viajaban a América.
Cádiz se viste de gala y recupera lo mejor de su historia. La etapa histórica más sobresaliente de Cádiz es la de su papel esencial para las relaciones con América. La princesa Leonor va en el Juan Sebastián de Elcano desde Cádiz a Nueva York, y hará escala en puertos que están vinculados a los tránsitos de los buques que viajaban desde Cádiz a América. Primero a los puertos canarios de Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas. Y después, ya en América, visitará puertos que evocan a los barcos que salían de Cádiz, como Salvador de Bahía en Brasil, Montevideo en Uruguay, Punta Arenas y Valparaíso en Chile, Callao en Perú, Panamá, Cartagena de Indias en Colombia y Santo Domingo en la República Dominicana para llegar a Nueva York. Allí se quedará la princesa, aunque hará el regreso con los guardiamarinas, ya en España, entre Gijón y Marín.
Cádiz volvía a vivir los ritos de todos los años, con los actos en Santo Domingo y la procesión de La Galeona, con la salve marinera, con la despedida en el muelle gaditano, con el paseo del Elcano por la bahía acompañado por las embarcaciones de ese Cádiz que sigue mirando al mar en busca de algo. Y la nostalgia en las balaustradas de la Alameda y el Parque, en las garitas de los baluartes, en los miradores de las torres, que hoy son un símbolo de la decadencia. Otras miradas, que no son las mismas de antaño, pero que mantienen intacta la añoranza de aquel tiempo perdido.
Porque el Juan Sebastián de Elcano no es sólo el buque escuela de la Armada española, es el último superviviente de un Cádiz que se perdió, aún no del todo, porque sigue vivo en su mástil. El tiempo se oculta en una azotea y en los miradores alguien se asoma. Y los Reyes despiden a una princesa, vestida de guardiamarina para recorrer unos mares lejanos. Con su último beso se despertaba del sueño un Cádiz imposible.
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