La princesa y el pueblo

14 de enero 2025 - 03:03

Ala princesa Leonor de Borbón, nombre sonante donde los haya, le ha tocado, por designación ajena a su voluntad (tal vez divina) como tantas cosas en su vida, embarcarse en el hermoso velero ‘Juan Sebastián de Elcano’, y al pueblo gaditano le correspondió, por imperecedero instinto medieval, aclamarla por ese hecho. Bien, el pueblo es también soberano. Allí se arremolinó la gente, estaban los muelles igual que una feria, porque tan magna ocasión no se repite muchas veces en la vida. O no se repetía, porque de un tiempo a esta parte, el gentío se forma por convocatorias tan dispares cómo una procesión extraordinaria o la regata aquella de nombre tan difícil de pronunciar, la Sail GP, eso.

Al fin y al cabo, el papel de una familia real en una democracia moderna es el de figurar. Figurar más que ninguno, eso sí, ya sea en inauguraciones, desfiles o finales de campeonatos futboleros. Y decirnos en Navidad cómo debemos comportarnos.

Así las cosas, el pueblo, harto de los políticos a los que elige con su propia libertad de voto y a los que puede insultar, criticar, ‘memizar’ e incluso despedir, prefiere reverenciar a los que están ahí por razones inapelables e inmutables como la de ser ella quien es, es decir, hija de Reyes. Lo mismo le pasará a su primogénito o primogénita, y así por los siglos de los siglos. Es normal que el público, harto de decepciones terrenales, entregue sus vítores a quienes figuran, al fin y al cabo, por la gracia de Dios.

Ella, la princesa, cumplió como una profesional, desfiló junto a sus compañeros y, desde luego, hizo lo que el pueblo esperaba de ella: “No quiso destacar, pero nos ha sonreído”, resumió a este Diario una de las asistentes a los actos públicos en Cádiz, contentísima de haber recibido la gracia de un movimiento de los músculos labiales por parte de la heredera de la más alta Magistratura de la Nación.

Recordemos que es heredera por el simple hecho de haber llegado a este mundo antes que su hermana. No sabemos si es la más lista, la más solidaria, la menos rencorosa, la más generosa o la menos apegada a lo material. Ni siquiera sabemos si sale al padre o al abuelo, pero nació antes y en cuestiones de monarquía, como tantas cosas en la vida, el que toca antes la pared tiene derecho a decir “por mí, primero”... y después, ya si eso, veremos lo de los otros compañeros.

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