Cambio de sentido
Carmen Camacho
¡Oh, llama de amor propio!
Su propio afán
EL nacionalismo catalán arrastra su contradicción como un castigo. Quieren separarse de España, pero nada puede ser más español. Ha circulado por internet un asombroso (aunque previsible) estudio de cómo los países del mundo se valoran entre sí. La puntuación más alta se la dan al espejo, o sea, cada país a sí mismo, y luego otorgan y reciben notas más bajas a y de algunos países vecinos. El caso español es único: aprobamos y sacamos nota en la percepción de todos los países, ¡de todos!, menos de nosotros mismos. Rechazar lo español es, pobres nacionalistas, lo español por antonomasia. Yo, en cambio, amando a España tanto, soy talmente un viajero inglés.
Luego está la práctica, que también cae del mismo lado, y por su propio peso. Las elecciones catalanas del 27 de septiembre resultarán eclipsadas por las griegas del 20 a nivel internacional. Tampoco tendrán una importancia decisiva para el futuro de Cataluña, porque no parece que la mayoría soberanista vaya imponerse y porque, aunque lo hiciera, la independencia es impracticable, como ha recordado Felipe González. Las elecciones catalanas, por tanto, sólo tendrán peso en España, esto es, dimensión auténticamente nacional. Para ser independentistas, cómo gravitan (¡gravan!) la política española.
A Podemos el affaire griego quizá le afecte aún algo más, pero su ambigüedad ante el soberanismo le pasará factura. Es una incoherencia hablar tantísimo de solidaridad de los que tienen más con los que menos tienen y que luego te tiemblen las piernas ante una autonomía que tiene más y quiere compartir menos o, mejor, nada. Ciudadanos, por su parte, se juega su proyección nacional en el envite catalán. Si el partido de Albert Rivera sale reforzado, ocupará uno de los primeros puestos en la parrilla de salida de las generales. Para ello ha de lograr un gran resultado y, además, gestionarlo en defensa de la unidad de España y del entendimiento.
Si Mariano Rajoy lograse transmitir una sensación de firmeza y de salvaguarda de la ley y la nación, reactivaría, en puertas de las generales, un entusiasmo entre su electorado que le hace falta como el comer. Si no, daría aire a las posturas de perfil del socialismo y su federalismo de diseño.
Una prueba más, en definitiva, de que somos una nación. Las elecciones más independentistas de Cataluña no servirán para la independencia, pero de ellas depende el resultado de las generales.
También te puede interesar
Cambio de sentido
Carmen Camacho
¡Oh, llama de amor propio!
Su propio afán
Enrique García-Máiquez
La evasiva geopolítica
El pinsapar
Enrique Montiel
Generales y mentiras
Yo te digo mi verdad
Manuel Muñoz Fossati
Un mundo de patriotas
Lo último