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Eduardo Jordá
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Alos habitantes de una región les gusta asignarle un origen antiguo a su propia cultura. Un origen que puede desplazarse hacia atrás cuánto se quiera porque, al fin y al cabo, a toda tradición es más o menos inventada. Sobre Andalucía, tierra pródiga en tradiciones, se han escrito muchos libros para pregonarlas y consolidarlas. Y en cualquier rincón alguna antigua civilización ha dejado su huella. Pero como indagar en los viejos tiempos crea confusión y conflictos a la hora de encontrar lo más primitivo y auténtico, surgió una atractiva tendencia, impulsada por viajeros extranjeros, ilustrados y románticos, que pregonaron en sus libros imágenes de Andalucía –tanto pictóricas como literarias– que satisficieron también a los propios andaluces, hasta el extremo de alentar a sus propios escritores y pintores para que la hicieran suya. Se creó así, desde el siglo XIX, todo un género específico que se difundió, en cuadros y libros, tipos y escenas elaborados con suma autocomplacencia. Cobraron así vida las evocaciones de Andalucía que más han circulado en los dos últimos siglos. Se prodigaron tanto, que incluso reacciones críticas, desde dentro, no tardaron en aparecer. Estableciéndose una confrontación entre apologistas y detractores que, hasta cierto punto, aún perdura. Y la mejor prueba de ello la manifiestan dos publicaciones recientes. Una de ellas, permite recuperar el volumen, editado por primera vez en 1877, El pueblo andaluz. Sus tipos, sus costumbres y sus cantares, quizás la más perfilada representación de aquella Andalucía que logró calar en el imaginario colectivo. Para comprender el origen y el porqué de este repertorio, con más de 60 personajes y escenas, esta nueva edición (Renacimiento), cuenta con el estudio de un cualificado investigador de la literatura costumbrista: Joaquín Álvarez Barrientos. Pero esta hermosa reedición, cuya lectura despierta una cierta nostalgia, requería, a su vez, unos textos que también recuperan la confrontación latente aludida antes. Y así, una buena gama de voces críticas han puesto en entredicho los anteriores textos e imágenes, resaltando el papel negativo que cara a la configuración pública de lo “andaluz” han desempeñado. De la coordinación de esta labor se han responsabilizado Beatriz Sánchez Hita y Daniel Muñoz Sempere que, junto a otros 14 especialistas, en el libro Andalucía entre propios y extraños (Comares), confirman que el debate sobre la conflictiva imagen de Andalucía mantiene vivo su reto y su capacidad de convocatoria.
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