La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Su propio afán
BRINDO por Francia y hasta por François Holland y no lo hago por la República porque incluso el entusiasmo tiene un límite. Lo haría con vino francés, que he buscado por toda la casa pero que no he encontrado, así que lo hago con jerez, con la promesa formal de trasegar en cuanto pueda una botella de borgoña a la salud del socialista envidiable y del país con dignidad. Chin, chin.
La historia la saben. Holland se ha negado en redondo a retirar el vino del almuerzo oficial con el presidente iraní Hassan Rouhani, que lo había exigido, el vino y la carne, ojo, porque la carne también tiene mucha trascendencia. Francia ha respondido que no está dispuesta a hacer "concesiones culturales", clavando también la expresión. Chin, chin. El almuerzo se ha cancelado.
En Roma, nada menos, habían dado en la indignidad de tapar con biombos las estatuas de desnudos al paso raudo de Rouhani. Eso, que se puede vestir de maquiavelismo, de posibilismo o de hospitalidad extrema con el invitado exótico, es -si preferimos la verdad desnuda (precisamente)- una concesión cultural de tomo y lomo. Porque las chuletas son importantes, porque el vino es fundamental, pero los desnudos no lo son menos. La cultura occidental, como cristiana que es o fue, tiene como eje transversal la encarnación, desde la teología a la gastronomía. Gramsci, que no tenía un pelo de tonto, por muy marxista que fuese, lo advertía a los suyos: dejaos de materialismos, que la materia acaba siendo católica, e id al inmanentismo, a la iconoclastia, a la abstracción. En eso coincidía con los musulmanes, curiosamente.
Me he dado cuenta que uno, ante lo suyo, siente vergüenza por lo malo y pudor por lo bueno. El matiz es importante y perderíamos si lo perdemos. No cubrimos nuestros cuerpos por vergüenza, es por pudor, porque sabemos que estamos ante algo buenísimo. Y para que no lo olvidemos con la edad o los kilos están los espléndidos desnudos del arte, donde la belleza ideal sustituye, como un velo transparente, al pudor. La inocencia era el pudor de antes de la caída. Y las estatuas habitan aún en el paraíso terrenal.
Son, por tanto, lo que menos había que cubrir. No por Rouhani, por nosotros, sociedades cada vez más desencarnadas en todos los sentidos. Menos mal que París, que el vino, chin, chin, que Holland, que Europa todavía, que hemos salvado el pudor, salvado, digo, el pundonor, si no es lo mismo. Chin, chin.
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