Crónica personal
Pilar Cernuda
Trampa, no linchamiento
Su propio afán
TIENEN razón los que advierten que Ciudadanos no se ha comprometido aún con el PSOE-A y tienen desazón los votantes y los simpatizantes del partido de Albert Rivera que no entienden este inesperado acercamiento a Susana Díaz. Lo consideran un suicidio político, y más antes de las municipales y autonómicas. Aspira esta columna a dar con una explicación aceptable que aúne la razón y la desazón. Si un partido político que levanta las banderas de la modernidad, del cambio y de la regeneración va a apoyar a los socialistas andaluces así de fácil y de rápido, se trata, en efecto, de un suicidio, y eso casi nunca tiene explicación y, en ningún caso, lógica.
Pero cabe otra lectura. Como señala Berta G. de Vega, en Ciudadanos confluyen dos almas: los filo-socialistas y los filo-peperos. Eso, que podría producir incoherencias, también les permite jugar como nadie al poli malo, poli bueno. Un partido bisagra, como una bisagra propiamente dicha, tiene que tener dos piezas, una bien agarrada a la puerta y otra al marco; aunque ambas machihembradas y muy engrasadas, para que no chirríen.
Dando por sentado que Ciudadanos no querrá ser un ratón en brazos de Susana ni recibir el mortífero abrazo del oso que el PSOE-A ya le pegó a los andalucistas y a Izquierda Unida, hemos de suponer que estemos ante una etapa más de la estrategia del palo y la zanahoria, y que tocaba zanahoria. Si estoy en lo cierto y no es un suicidio, ahora deberían venir unas exigencias mucho mayores y muy concretas al PSOE, y una semana de voto negativo a la investidura.
De ser así, los palos, aunque en los lomos socialistas, se los estarían dando a la vez a Podemos y al PP. Con una jugada envolvente, Ciudadanos se habría asegurado el protagonismo mediático y político de la oposición, a costa de sus rivales, más estáticos. Y, finalmente, con unas exigencias redobladas, acabaría satisfaciendo a su -hoy por hoy- perplejo electorado, tanto si el PSOE no las acepta, como no querrá, como si, asfixiado, acaba por rendirse.
Asistimos, si mi confianza en la inteligencia humana no me confunde, al combate entre el queso y la zanahoria. El primero se lo enseña Susana a Juan Marín, por si lo atrae con el aroma de la gobernabilidad, la responsabilidad, las dimisiones en cómodas entregas de los ex presidentes y poco más. La zanahoria ya ha captado los focos. Esta semana que entra, ¿tocan palos? ¿O se impondrá el quesito?
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