El regalo de Abascal a Feijóo

La esquina

13 de julio 2024 - 03:04

Tres preguntas inmediatas suscita la ruptura de Vox con el PP en las cinco comunidades autónomas que cogobernaban, escenificada por un comité nacional travestido de convención de pompas fúnebres. ¿Por qué lo ha hecho Santiago Abascal? ¿Con qué pretextos? ¿Qué efectos tiene la medida?

La última pregunta es la más relevante y la más fácil de contestar: el efecto más directo de la espantada ha sido liberar a Núñez Feijóo de la pesada losa de gestionar las relaciones del PP con la ultraderecha, que no sabido resolver nunca. Lo suyo no era un matrimonio de conveniencia mal avenido, sino una pareja de hecho sin convicción ni afecto, pero sin fuerza ni ánimos para romper. Abascal le ha hecho a Feijóo el mejor regalo posible. Se ha autoimpuesto el cordón sanitario.

La relevancia de esta ruptura no negociada ni –menos aún– amistosa, deriva también de un dato objetivo: arruina por completo el argumento nuclear del PSOE y sus socios desde hace al menos un año, a saber, que la derecha española es rehén de la ultraderecha y, por tanto, antidemocrática, xenófoba, prácticamente fascista. Bajo esta premisa adelantó Pedro Sánchez las elecciones generales a julio de 2023, tras perder estrepitosamente las municipales y autonómicas de mayo, y volvió a perderlas, aunque no lo suficiente como para tener que abandonar la Moncloa. De alguna manera vio ratificado su relato: la gente no dio la mayoría absoluta a un PP que durante toda la campaña estuvo pactando sus alianzas con la ultraderecha en varias autonomías y muchos municipios. El mantra de la derecha secuestrada, reiterado en cada Consejo de Ministros y en cada sesión parlamentaria por los papagayos de guardia, parecía dar sus frutos. El periódico más influyente del país llevaba una semana pronosticando que Feijóo no se iba a atrever a respaldar el reparto de menores inmigrantes entre las comunidades autónomas para aliviar la situación insoportable de Canarias, Ceuta y Melilla, y no se iba a atrever por miedo a los ultras y por rechazo de algunos de sus propios presidentes autonómicos. Ocurrió lo contrario. Cruel ironía: la única comunidad autónoma que se abstuvo de apoyar la propuesta del Gobierno fue Cataluña, gobernada por ERC y vigilada por Puigdemont, aliados imprescindibles de Sánchez. La ministra del ramo de la Infancia y Juventud declaró que no recordaba la abstención.

Todo esto se lo han cargado. No el dubitativo Feijóo, sino el mameluco Abascal.

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