Religiones de Estado

Quousque tandem

27 de enero 2025 - 03:03

Ya sabíamos que en el Consejo de Ministros no toma asiento la crema de la intelectualidad. La mediocridad, normal entre los humanos, no es mala por sí misma. Pero tampoco es cuestión de que, recordando a Chiquito de la Calzada, parezca que los ministros tienen enmarcada una etiqueta de Anís del Mono, en lugar de un modesto Graduado Escolar. No es de recibo que desconozcan o, peor aún, obvien por intereses políticos espurios, los principios constitucionales fundamentales en los que se basa nuestro ordenamiento jurídico. Resulta tan preocupante que ya recuerda aquella escena de Esencia de mujer en la que Al Pacino, que interpretaba a un militar ciego, conducía un Ferrari a toda velocidad por las calles de Nueva York.

Viene esto al hilo de la idea de la ministra de Igualdad de llevar al Constitucional que un párroco segoviano haya negado la comunión al alcalde socialista, en razón, no a su homosexualidad, sino al hecho de vivir públicamente en pareja sin estar casado. Según la ínclita señora Redondo, atenta contra el principio de igualdad. Habrá que explicarle que la Iglesia Católica tiene normas propias reconocidas constitucionalmente. Como toda confesión religiosa. La señora ministra, autoerigida en Concilio Ecuménico, exige que alguien que no está en gracia de Dios, comulgue. Supongo que en aplicación de ese mismo principio de igualdad –versión Redondo– los sacerdotes habrán de dar la comunión a quien la pida. Sea católico o no. Ya veo las colas ante el altar de cristianos de otras confesiones, judíos, musulmanes, hinduistas, budistas… amén de agnósticos y ateos, claro. Si Hacienda somos todos, ¿por qué no vamos a comulgar todos? Supongo que en esta cruzada por la igualdad, el gobierno incluirá a otras confesiones en cuyos templos, por ejemplo, hombres y mujeres ocupan zonas separadas. O lo mismo, no. Al fin y al cabo, la Iglesia Católica es el supervillano favorito para los superhéroes del cómic progre.

Uno creía que vivir en democracia y más, en un país aconfesional –no les digo ya en uno laico– significaba que el estado y la religión separaban sus caminos y convivían pacíficamente sin cruzarse en ningún momento. Más allá de que los ciudadanos compartan valores religiosos perfectamente asumibles en la vida pública. No sé… no robar, no matar… Y que el estado no se inmiscuía en lo religioso. Porque la aplicación del Código Penal en caso de delitos, salvo excepciones, es siempre personal. Aunque lo mismo es que la ministra ha confundido a su Pedro con San Pedro. Vaya usted a saber…

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