Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Ramón Castro Thomas
Todo un acierto el de la Asociación Hostelería de Jerez de premiar a Arturo Ojeda por su trayectoria en el bar Arturo, uno de los bares donde se come mejor pescado frito de la provincia… y está en una barriada de la ciudad, bastante alejado del mar.
He peregrinado en bastantes ocasiones al bar Arturo, situado en Picadueñas, una zona cercana a la carretera nacional. De hecho el establecimiento está a las espaldas, más o menos, de la venta Quitagolpe.
El local es pequeño y aunque ha sido ampliado creo recordar que no supera la veintena de mesas. No hay lujos y sí azulejos a media pared. La cosa empieza fuerte, desde que te pides unos tomates aliñaos para empezar la faena. Llevan ajo por lo alto cortado en generoso y su poquito de vinagre de Jerez, que estamos en tierra de ello.
Atención también a sus coquinas, de las que se conocen como de La Isla, que son como almejas, pero que están como a régimen, porque tienen su cuerpo delgado. En este bar saben hacerlas y las dejan jugosas, sin que se sequen. Cuecen también bien el marisco y a veces me han dejado casi esmorecio con unas castañitas pasadas por la plancha.
Pero donde de verdad se lucen en el pescado frito. Las piezas quedan jugosas por dentro y crujientes por fuera. Dice Arturo con modestia que aprendió a freir el pescado de Manolo Bodosky, que tuvo una “universidad” del pescado frito transformada en bar al lado del parque González Hontoria.
Pero no cabe duda de que Arturo ha sido un buen alumno y también un buen profesor porque su mérito no ha sido solo saber tratar una buena materia prima y freir a las mil maravillas, sino también haber sabido transmitir su arte a su equipo y especialmente a sus hijas.
Ellas son las que se ocupan hoy día del negocio, que mantienen a la perfección su excelencia en este difícil arte de freir pescado, una asignatura que, lamentablemente, siempre se ha considerado cocina de segunda división en Andalucía, cuando muchas personas vienen aquí precisamente a esto, a probar como somos capaces de conseguir milagros con solo aceite, sal y harina.
Arturo Ojeda merecía este reconocimiento y que venga de sus propios compañeros de profesión sé que le ha hecho especial ilusión. Póngame una de choquitos.
También te puede interesar
Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Ramón Castro Thomas
Por montera
Mariló Montero
Los tickets
El balcón
Ignacio Martínez
Negar el tributo y lucir el gasto
La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La pesadilla andaluza