Brindis al sol
Alberto González Troyano
Regeneracionistas
Cuarto de muestras
El dontancredismo ha muerto. Eso de quedarse quieto e impertérrito no es fácil. Gustan más en las plazas actuales los toreros heterodoxos tipo ‘El Cordobés’, que también se quedaba quieto, pero de otro modo o ‘El Platanito’, que sólo quiso triunfar para matar su hambre y su triste biografía. Dominan el arte de distraer más que el de parar, templar y mandar. Cuando parece que todo está perdido y les va a coger el toro, improvisan una acrobacia que les salva del trance, aunque la figura salga algo descompuesta. Entre incrédulo y divertido el público festeja el salto de la rana o el del saltamontes o cualquier otro desplante que nunca se sabe si es encuentro o huida, dominio o simple habilidad. Quedaron en el olvido la profundidad de los toreros templados y serios que acallaban la plaza mientras le hablaban de tú a tú a los toros. Aquellos matadores de aire grave que con sus cadenciosos lances creaban una comunión natural con el toro y con el respetable. Nadie espera ya una corrida épica. Los aficionados han perdido la ilusión presos del aburrimiento. Saben de antemano lo que va a ocurrir en el ruedo. Cada vez que pisan una plaza se dicen a sí mismos que esa será la última tarde, invadidos por la desilusión y el tedio. Esperan grandeza y sólo reciben distracción y abatimiento. Reconocen la decadencia y se sienten parte de ella por no hacer nada y porque tampoco ellos son los aficionados de antes, verdaderos entendidos, amantes incondicionales de la soberanía del pañuelo blanco que otorga el triunfo a quienes lo merecen. Se habrá dado cuenta el agudo lector que no les hablo de la fiesta nacional, sino de política, naturalmente.
Quién se lo iba a decir a Rajoy hace unos años, que mantuvo sus gafas y su barba cana de hombre templado y a quien todos le reprochan haber dejado crecer el problema de Cataluña. Qué dirá Inés Arrimadas, que hizo soñar a España con un nuevo partido centrista y moderado, que supo ganar a los independentistas catalanes para después dilapidar su triunfo y venirse a Madrid a perder. Dónde quedó ese juicio histórico del procés y su tribunal impecable. Dónde la ciudadanía que abordó la Transición y miró hacia adelante. Dónde el clamor que acabó con los asesinos de ETA y su imborrable reguero de sangre.
Hemos de iniciar un tiempo nuevo. Desterrar a aquellos que han hecho de la política un espectáculo decadente, egoísta e impostado. Recuperar la grandeza de nuestra democracia a derecha e izquierda. Parar, templar, mandar. Recuperar la ética y la estética. Salvarnos sin salvadores.
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