Enrique García-Máiquez

Samizdat

Su propio afán

21 de septiembre 2024 - 03:03

Hace nada escribí un artículo asombrado de la sandez gubernamental de no aprobar de una vez la ley ELA. Un día después, se anunció a bombo y platillo (y recriminaciones cruzadas) un acuerdo político para sacarla. Más vale tarde que nunca jamás. Felicito al Gobierno y a los grupos políticos por ponerse al fin.

Aunque la sucesión de acontecimientos resultó vertiginosa, no caigo en la falacia post hoc propter hoc, que sería suponer que, para el acuerdo legislativo, tuvo algo que ver mi escandalizado artículo. Aunque, por si acaso, voy ahora a asombrarme de la sandez gubernamental de querer controlar la prensa libre.

Poner puertas al campo de la información es una chorrada mayúscula en estos tiempos. Transmite la información, precisamente, de los modos autoritarios de quien presume de demócrata. Y, encima, es inútil. Ya hicieron todo por controlar la televisión y la radio pública y lo lograron y no sirvió de nada. Tuvieron que lanzarse a controlar al accionariado de la prensa privada. Lo lograron en muchos casos. Tampoco sirvió de nada. Ahora quieren amordazar a los medios rebeldes que rebullen en internet. No les servirá. La información y la crítica al poder encontrarán su cauce. En la Unión Soviética, funcionaba el samizdat que fue la copia y distribución clandestina de literatura e información prohibida. Con las nuevas tecnologías, el samizdat 2.0 correrá a la velocidad de la luz, con el atractivo de lo prohibido, que otorga un halo de autenticidad.

Lo que tiene que hacer un Gobierno que dice luchar contra la desinformación y la mentira es no mentir y no desinformar, como con el famoso comité de expertos del covid, por poner sólo un ejemplo que no se va de la cabeza. Hay muchos casos más. ¿Y además? Pues educar en el respeto y en la búsqueda de la verdad, que es más poderosa que la desinformación, por supuesto, y más que la censura, como veremos. Vaclav Havel, que sabía de lo que hablaba por experiencia propia, advirtió que “una palabra verdadera, incluso pronunciada por un solo hombre, es más poderosa, en determinadas circunstancias que regimientos enteros de propagandistas mercenarios que no llegan siquiera a convencerse a sí mismos”.

El Gobierno quiere ser el Emperador del cuento del traje nuevo, pero hibridado con Herodes para que no haya ni dos niños inocentes que señalen su desnudez. Es demasiado querer. Más le compensaría ceñirse en el traje de la verdad, si puede.

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