yo te digo mi verdad
Manuel Muñoz Fossati
Mejor, como en Macondo
EN este LXXV aniversario de la catástrofe que supuso para la ciudad de Cádiz y sus habitantes, la explosión en la noche del 18 de agosto de 1947 de una importante cantidad de minas almacenadas en la Base de Defensas Submarinas, es de justicia recordar, no solo a sus víctimas, sino también a los servicios sanitarios, apenas reconocidos.
Desde hace muchos años historiadores e investigadores especializados en aquella terrible tragedia venimos publicando nuestros trabajos que tratan principalmente sobre las posibles causas, las víctimas, los daños materiales, las fuerzas militares y de seguridad que auxiliaron, etc, pero apenas alguna referencia a los servicios sanitarios. Después de toda catástrofe y ser rescatadas y evacuadas las víctimas, lo más importante, sin perjuicio de la investigación y depuración de responsabilidades, es la atención sanitaria, cuestión trascendental de la que se suele hablar poco y se olvida pronto.
Es por ello que este aniversario es de justicia recordar, con nombres, apellidos y hechos, a algunas de aquellas personas que esa fatídica noche hicieron noble ejercicio de su vocación humanitaria. La benemérita actuación de la sanidad civil y militar gaditana daría para varios libros. Todavía quedan por contar muchas historias y vivencias personales. En esta ocasión honramos los servicios sanitarios de nuestra Armada, que desde el primer momento de la catástrofe acudió, desde el capitán general hasta el último marinero e infante de marina al inmediato auxilio de las víctimas. En la milicia suele decirse que en unos pocos se reconoce el mérito de muchos y en esta ocasión hay que precisar que ni ello se cumplió, pues hasta un héroe como el capitán de corbeta Pascual Pery Junquera fue insuficientemente reconocido.
Gracias a la documentación inédita que supuso el cumplimiento de la orden general núm. 236, de 23 de agosto de 1947, dictada por el almirante Rafael Estrada Arnáiz, capitán general del Departamento Marítimo de Cádiz, puede saberse quienes fueron aquellos hombres del Cuerpo de Sanidad de la Armada y que es lo que hicieron la noche de la explosión. Por razón de espacio, en esta ocasión, solo se puede rememorar a unos pocos.
El 26 de agosto el capitán de corbeta Juan Lazaga Azcárate, comandante del cañonero Cánovas del Castillo, adjuntó a su informe el parte que el día 19 le había emitido su segundo, el teniente de navío Gabino Aranda Carranza. En él se daba cuenta que en la enfermería del buque (estaba destinado el sanitario 1º José Carrión del Río) se había atendido a una docena de hombres, mujeres y niños heridos así como un marinero del “Grupo de Lanchas” y al alférez de navío Eduardo Velarde Díaz, del dragaminas “Guadalete”, que durante las labores de auxilio se atravesó un pie con un hierro.
También el día 26 el coronel Vicente Juan Gómez, jefe del Tercio Sur de Infantería de Marina, en su informe, donde daba cuenta de la actuación de sus fuerzas bajo el mando del teniente coronel Antonio Ristori Fernández (otro que no fue reconocido), hacía constar que el “capitán médico Pujazón” (tal vez fuera un lapsus ya que Manuel Pérez Pujazón que había estado destinado en el Cuartel de Instrucción de Marinería en San Fernando había ascendido el año anterior a comandante siendo destinado a Cartagena), prestó servicio en el puesto de socorro, “contiguo al lugar del fuego”, ordenándose “que reanudase los trabajos de cura, tomando nota de nombres, residencia y demás datos de todo el herido que pudiera hablar”.
Igualmente, también el 26, el capitán de fragata Adolfo Baturone Colombo, comandante del citado cuartel de instrucción, informó, además del masivo número de voluntarios para donar sangre para las transfusiones, que el comandante médico Antonio Ruiz Lara se había presentado en capitanía general para recibir instrucciones. También adjuntó informe del capitán médico José Luis de Cózar González-Aledo, que prestó auxilio en el propio lugar de la explosión, atendiendo a la evacuación de heridos y prestando atención sanitaria en los hospitales de San Carlos y de Mora.
Respecto a la actuación del servicio sanitario del Arsenal de La Carraca en San Fernando, a cuyo frente se encontraba el vicealmirante Fausto Escrigas Cruz, se detalla en un extenso informe que los capitanes médicos Jaime Guerrero Castro y Marcelino Ruiz Armendáriz, trasladados por el conductor José Caro, acudieron junto a personal sanitario de la Armada y material de curas de urgencia al Hospital de Mora en Cádiz. Allí les solicitaron más material ante el ingente número de heridos así como luces pues la ciudad se había quedado sumida en la oscuridad de la noche.
El material de cura fue inmediatamente peticionado al Hospital de Marina de San Carlos en San Fernando y las luces al Arsenal. El capitán Ruiz regresó a La Carraca para recoger en el crucero “Méndez Núñez”, donde estaba destinado, todo el suero posible para trasladarlo a San Carlos. Según relata en un informe suyo, suscrito el día 25, se presentó inmediatamente, junto al sanitario 1º Alejandro Verdera Martínez, en la enfermería del Arsenal. Ambos marcharon junto al capitán Guerrero para presentarse en el estado mayor de la Capitanía General en San Fernando, donde recibieron órdenes de ir al ayuntamiento de Cádiz, “para prestar servicio donde fuese necesario”. Una vez allí, el propio alcalde, Francisco Sánchez-Cossío Muñoz, les indicó que acudieran al Hospital de Mora, donde al hacerlo, el decano de la Facultad de Medicina (Tomás Sala Sánchez) les manifestó que disponía de personal médico suficiente, pero “le interesaba que regresaran a San Fernando para de acuerdo con el Jefe de Sanidad del Departamento (teniente coronel Rafael Abengochea Laita que lo desempeñaba con carácter interino en plaza de superior categoría tras el ascenso del coronel Rafael Berenguer Cagigas), proceder a la evacuación para San Fernando y pueblos cercanos de los heridos y que se enviasen urgentemente material sanitario, sueros, etc, así como ambulancias”.
Mientras tanto, según proseguía el informe de La Carraca, el teniente de Sanidad Manuel Prieto González procedió a organizar en el Arsenal, con ayuda de marinería y del personal sanitario que estaba a sus órdenes en la enfermería, un total de 80 camas para los heridos que pudieran llegar. Finalmente no fue necesario su empleo.
A su vez, el conductor Francisco Andrade, con el autobús matrícula FN-3032, y cumpliendo las órdenes del capitán Guerrero, procedió al reparto de las luces solicitadas en los puestos de socorro que se habilitaron en la barriada de San Severiano y en los hospitales de San Juan de Dios y de Mora.
Por otra parte, los sanitarios mayores Francisco de Paula Benítez Santos y Cristóbal Moreno Enríquez se desplazaron inmediatamente a prestar apoyo a Cádiz y San Fernando. El primero en diversos establecimientos benéficos de la capital y el segundo en el de Marina de San Carlos.
En otro informe, fechado el 31, el capitán de navío José María Villena Pando, director del “Polígono de Tiro de Fusil”, en San Fernando, dio cuenta que su único sanitario mayor, Celestino García Castaño, había estado “toda la noche hasta el día siguiente por la mañana” en la Cruz Roja para ayudar en lo que fuese necesario.
Y así, uno tras otro informe …
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