La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
La aldaba
Muchos políticos con competencias en la materia nos han explicado con insistencia que la sanidad es una suerte de agujero negro en los presupuestos. Se aumentan las partidas año a año, se multiplican asignaciones y recursos, pero no se aprecia un cambio directamente proporcional en los resultados. Y la percepción que gana peso es la negativa. Vivimos más y por lo tanto necesitamos más atenciones médicas, al igual que ocurre con las pensiones, que tienen que ser replanteadas cada poco tiempo para garantizar la pervivencia del criterio de solidaridad intergeneracional que es el pilar maestro. Y no sólo estamos más años en este mundo generando más gasto, sino que somos más porque, por fortuna, vienen extranjeros a trabajar a España. Y más que habrán de venir porque a ver cómo soportamos ciertos sectores claves en nuestra economía. ¿La sanidad se colapsa? En determinados servicios, sí. ¿En todos? No. Hay muchos centros de salud donde se presta la desprestigiada atención primaria que funcionan muy bien, con mucha fluidez y con una diligencia muy notable del personal al frente tanto de las consultas médicas como del mostrador de las gestiones. Y conviene decirlo alto y claro para no abonarnos al catastrofismo improductivo que se reviste de fiscalización necesaria. Son ya varias veces en diferentes años en los que uno ha tenido que acudir por diversas causas al Centro de Salud de la calle San Luis, en pleno centro de Sevilla, zona de residentes de edad avanzada, prueba de lo cual es que las farmacias no suelen tener especial demanda de productos infantiles. Es elogiable la paciencia y dedicación de los tres trabajadores que reciben a los pacientes para muy diferentes gestiones. Y es penoso oír a los médicos llamar a los pacientes y comprobar la cantidad de ellos que no han acudido, no se han molestado en anular la cita y han ocupado el hueco del que se podría haber beneficiado otro paciente. Minutos de oro que tienen un coste. Claro que el sistema no es perfecto, claro que hay listas de espera que provocan más que inquietud, claro que hay que mejorar la sanidad pública andaluza de muchos pueblos (que se lo cuenten a Susana Díaz cuánto le costó el desborde del sistema), claro que necesitamos más médicos y mejor pagados para que no haya una fuga de talentos, claro que se tendrían que convocar más plazas en las facultades de Medicina y, cómo no, claro que muchos ciudadanos deberían ser más conscientes del servicio que se les presta y de la responsabilidad que contraen cuando se les asigna una cita. Para exigir una sanidad mejor, a la que tenemos derecho, que pagamos con nuestros impuestos y que siempre ha sido timbre de gloria de la administración española, tenemos también que ser responsables. Y proclamar que hay centros de salud, como el de San Luis, donde atienden muy bien, donde la sanidad pública funciona.
También te puede interesar
La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tener un alma
El Palillero
José Joaquín León
Propietarios o proletarios
¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La semana ‘horribilis’ de Sánchez
Lo último