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Rafael Sánchez Saus
Una semana decisiva
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Sostenía Juan Manuel de Prada, hace unos días, que la guerra de Ucrania ya ha terminado. La afirmación tenía el mérito de producirse después de la turbadora escena del Despacho Oval y antes de la rendición incondicional de Zelenski ante Trump. Es decir, en un momento en que muchos pensaron que el plan de paz auspiciado por los Estados Unidos se había ido definitivamente al agua. Prada ha sabido ver que, como en todos los grandes procesos, los acontecimientos concretos acompañan, incluso condicionan, pero no determinan lo que viene marcado por una especie de necesidad.
En pocas horas Vladimir Zelenski ha podido comprender que sin la ayuda directa, financiera y militar, de los Estados Unidos no habría manera de resistir la próxima y previsible embestida rusa. Que la ayuda europea no sería suficiente ni puede incrementarse con la rapidez y amplitud que se requeriría, si es que finalmente puede concretarse a la vista de la fractura de la opinión pública europea, de la falta de consenso entre los distintos estados. También que el interés de Trump por los recursos mineros de Ucrania puede ser una garantía mayor para la soberanía de Kiev que la letra de los tratados. Ucrania saldrá de esta terrible guerra mutilada y herida, eso es algo que no puede ahora evitarse salvo asumiendo riesgos que nadie en su sano juicio debiera aceptar. Pero lo cierto es que, merced a su heroísmo y a su capacidad de resistencia, Ucrania ha preservado su independencia, asentada sobre el territorio y la población más indudablemente propias. El proyecto de Putin no era sólo quedarse con el Donbás, ni siquiera era eso lo primordial. Lo más importante para él era convertir Ucrania en un estado satélite, semejante a Bielorrusia, que resolviera las secuelas de la descomposición soviética. El fracaso ha sido total: Ucrania, mutilada y herida, es hoy más fuerte interiormente que antes de la invasión, y está más firmemente anclada en Occidente que hace tres años. Ha demostrado ser un enemigo formidable.
Zelenski ha sido un gran jefe de guerra y ahora tiene que demostrar su talla política negociando en circunstancias nada fáciles. Si consigue fortalecer la independencia de una Ucrania más compacta y liderar la reconstrucción, será recordado siempre como un gran héroe de su nación. No dejemos que la lamentable escena que ambos protagonizaron en la Casa Blanca nos nuble la vista. Hemos vivido una semana decisiva y su saldo sólo puede considerarse como muy positivo.
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