Enrique García-Máiquez

Si juzgamos sabiamente

Su propio afán

19 de enero 2025 - 03:08

Yo quería enseñar literatura española, pero enseño Derecho Laboral. La razón es que, cuando quise hacerme profesor de secundaria de Lengua y Literatura, alguien me recomendó aprobar la oposición por FOL. Sacarla me resultaría más fácil, por mis largos años de estudio de Derecho, y, una vez consolidada la plaza, podría pedir el cambio de especialidad. Me convenció. Y cuando llegué al instituto, a los diez días, vi que era mejor enseñar Derecho.

Porque yo, más que Sintaxis y Ortografía, quería enseñar Literatura, y sólo la que me gusta, o sea, un 25% del programa, con suerte. Y, encima, porque sufriría si mis alumnos no se entusiasmaban con las Coplas a la muerte de su padre. Y ponía siempre el ejemplo de Manrique. En cambio, el Derecho Laboral, como no me encanta, se lo confieso a mis alumnos para empezar y les anuncio que tampoco les va a emocionar, pero también que es muy útil para la vida profesional, como ya se ve que lo es para mí. Eso les convence y afrontamos el estudio sin grandes expectativas. Por lo que suele irnos muchísimo mejor de lo esperado.

Sé que, como precedente, ha sido premioso, pero era necesario para que se pusieran ustedes en mi lugar. Mi hija ahora está estudiando… las Coplas a la muerte de su padre. Le he preguntado ~temblando~ qué tal. Y ha venido la muerte a llamar a mi puerta. “Mal”, ha remachado. “Matas a tu padre; espero que luego, al menos, me escribas una copla”. Veinticinco años dando Derecho Laboral sin solución de continuidad para evitar lo que ahora mi hija me suelta por la espalda.

Lo curioso ha sido la razón que me ha dado, que me ha dado la vida, porque no está mal tirada. Lo que mi hija tiene contra Jorge Manrique es que pretende birlarle su futuro: “Pues si vemos lo presente/ cómo en un punto se es ido/ y acabado,/ si juzgamos sabiamente/ daremos lo no venido/ por pasado”. Y ella, que tiene catorce años, quiere tener su futuro y verlo venir de lejos. Se niega a darlo por ido y acabado. “Ah, bueno”, he concedido. A don Jorge también le habría gustado esta lectora respondona que se lo toma tan en serio.

Ya reconciliado, he dado en pensar en que mi obligación como padre vivo y coleante es que tampoco el Derecho Laboral ni el Político ni la política ni siquiera el Tributario dejen a mi hija sin futuro. El presente está, como su nombre indica, para presentar batalla, que es algo que Manrique también habría aprobado, porque él lo hizo.

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