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VIAJAR no es imprescindible porque el mundo lo hace por nosotros. Mario Quintana lo dijo en un soneto que terminaba: "¿Por qué viajar? Se llega siempre a aquí.../ ¿Para qué perseguir las alboradas/ si ellas solas -sin más- vienen a mí?" Pasa igual con las estaciones del año, que, como dijo Stevenson, tienen algo brillante siempre: las flores en verano y las hogueras en otoño. Supongo que ya se habrán fijado ustedes solos en cómo se ha puesto el campo con las lluvias de mayo y el sol de mayo. Da gusto.
El violeta de las jacarandas no tiene nada que ver con el color de Podemos, quizá porque su fondo es el azul del cielo, con el que hace un juego maravilloso: el árbol pone la intensidad, el cielo la profundidad. No hay nada como mirar tranquilamente una jacaranda en flor en un día sin una nube. Contra las nubes queda mejor la grevillearobusta o árbol de fuego, que está que arde en estos días. Y las buganvillas han dicho aquí estoy yo, como los rosales, pero a voz en grito, subiéndose por las paredes. Los magnolios han abierto su poma de perfume blanco. Con tanta flor, uno mira a los cipreses, que no las tienen, y le parecen una llama que se adentra en el aire inflamado, un lirio inmenso. Los pinos, un clavel restallante.
Mi refrán favorito, por la cuenta que me trae, reza: "Pescador que pesca un pez, / pescador es". El gran poeta japonés Bashô lo aplicaba a la poesía con una de las frases indispensables de la literatura: "El que escribe de tres a cinco haikus durante su vida es un poeta de haiku. El que llega a diez es un maestro". Yo, como el pescador de un pez, como el que escribió algún haiku, me apunto de todo corazón. Basta con que hagamos algo bien una vez para que quede hecho irrevocablemente. También lo dijo otro poeta, inglés esta vez: "A thing of beauty is a joy for ever". Algo hermoso es una alegría para siempre. Keats lo dijo para siempre.
Los árboles florecidos de esta primavera desbordada son los que me traen todos estos versos, como en una exuberante primavera lírica. No hemos viajado y hemos estado viendo los árboles pelados, los troncos tristes, las jacarandas calvas, los cenicientos árboles de fuego. Reflejos de nuestras vidas cotidianas. Ahora, gracias a que los planetas sí han viajado, podemos ver los árboles, una vez al año, preciosos, redondos, sólo unas semanas, pero para siempre. Símbolos de cuando nosotros sí acertamos de vez en cuando.
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