Cambio de sentido
Carmen Camacho
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Su propio afán
HACE menos de un mes el Obispado de Cádiz había cedido a la pretensión de Alex Salinas, que es transexual, de ser padrino de bautizo. O eso parecía. Así informó a Alex el párroco competente, y nadie desmintió la noticia. Los colectivos LGBT, que se habían involucrado en la polémica, celebraron su "triunfo total" sobre "un catolicismo fundamentalista y caduco". Exultaban con el pensamiento de que era "la primera vez que sucede en 2000 años de cristianismo".
En mi artículo del 8 de agosto, les reconocía su triunfo sin precedentes (sobre todo sin precedentes) y me ofrecía voluntario a perdedor, comentando que el Obispado de Cádiz no se podía considerar tal, pues no había dado la batalla. No la había dado todavía, hubiese tenido que decir, y qué feliz lo habría dicho de haberlo sabido. Porque con prudencia vaticana, el obispo consultó a la Congregación para la Doctrina de la Fe, que ha contestado ahora que ese padrinazgo es imposible.
O sea, que ni era tan perdedor ni iba tan solo. Pero no vengo a exultar ni a hacer una ridícula uve de la victoria. Estoy contra la simetría, aunque esta vez me beneficie. Con la aparente resolución anterior sí ganaba la ideología de género y perdíamos los católicos "caducos". Ahora no pierde nadie.
No quiero parecer cínico. Para Alex Salinas y para aquellos que le hayan apoyado de buena fe, tiene que haber sido una decepción; y lo siento por ellos. Esta manía de los medios de presentar al Papa, aprovechándose de su estilo personal, como un revolvedor del magisterio, cuando ni lo es, gracias a Dios, ni podría serlo por la gracia de Dios, va a producir una pandemia de desengaños.
Pero si los decepcionados miran más allá de su actual frustración, verán que si la Iglesia cambiara y se acoplase al mundo, los que no están de acuerdo con ella apenas habrían ganado nada. ¡Si ya tienen el mundo y todas sus bendiciones! Acomodar a la Iglesia, que tiene su doctrina de siglos y su fe eterna, a las ideas del momento implica en la práctica quedarnos sin Iglesia; y entonces perdemos todos: unos, nuestra casa y otros, la posibilidad de ser acogidos en esa casa, que será la suya cuando quieran, si quieren. Alex ha asegurado en la SER: "Voy a pedir la anulación del bautismo y de la comunión". Vaya. Pero a esta Iglesia firme y fiel a su fe siempre la tendrá a mano, con sus puertas abiertas de par en par. Si le hubiese seguido, no tendría donde volver.
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