Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Ramón Castro Thomas
Cuarto de muestras
Dicen los estudios que en la mayoría de los países desarrollados la comprensión lectora es cada vez menor. No paran de hablar de mejoras en los sistemas y programas educativos, de dotación de medios, de mil modernidades y estudios, pero la conclusión es la de un estancamiento en la educación (insisto, no sólo en España). Muchos culpan de esta merma en la comprensión lectora al efecto las pantallas, al poco tiempo que las familias dedican a los hijos. Realmente no se sabe por qué pasa y ni tan siquiera si es evitable que cada vez entendamos menos nuestro mundo.
No voy a meter en mi reflexión únicamente a los niños. Entre los adultos también siento a veces que la gente no se entera de lo que lee no sé si por desentendimiento o por incapacidad. Puede llegar a darse la paradoja de que cuanto más se nos informe menos nos enteremos. Quizás haya una culpa compartida de falta de atención del lector por un lado y, de frivolización y superficialidad de las noticias por parte del informador. El bombardeo constante de titulares hace que perdamos interés. La necesidad de actualizar la información y contar muchas cosas hace que no haya orden ni jerarquía ni calidad ni profundización en lo que se nos cuenta, sólo inmediatez. También se simplifica la literatura como bien de consumo, cuyas obras de éxito en su mayoría carecen de interés y complejidad. Obras que, más que enriquecer, adormecen.
Tenemos que revertir esta situación de “mentes sordas”, de pensamiento plano y adormecido. Nada más triste que un niño dócil que no pregunta ni tiene interés ni es inquieto al que se le ha robado la curiosidad. No todas las culpas se las podemos echar a las pantallas que nosotros mismos les ofrecemos para que no den la lata. Hay algo común en niños y adultos: nos gusta que nos cuenten cosas, nos gusta tener referentes comunes, nos da satisfacción entender, opinar y tener criterio propio porque es la base de nuestra libertad. Sólo conociendo podemos elegir y evitar que lo hagan por nosotros.
La comprensión lectora sólo se adquiere leyendo bien, contagiando la pasión por aquello que nos eleva. Enseñando a leer en alto y a escuchar y a cantar y a contar y a recitar porque la base de la lectura está en retener. No se cuidan las bibliotecas públicas ni se dotan de medios económicos y eficaces a los planes de lectura. No se forma con criterio. Sólo se distrae. Nos infantilizamos en lugar de ser ejemplo. Hemos dejado de perseguir que los niños conozcan la complejidad de la vida y su grandeza. Nos hemos vuelto simples.
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