La Rayuela
Lola Quero
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Su propio afán
Rocío Monasterio cuenta con mis simpatías por muchas razones, más allá de la obvia de una afinidad liberal-conservadora-reaccionaria. Véanse: se han metido mucho con ella con ridículos insultos clasistas (invertidos), me cae bien la gente que cae mal y no le importa, le ha tocado bailar con la más fea (aunque sin faltar, porque Ayuso es bien atractiva, pero ustedes me entienden), y ella resiste numantinamente. Tanto, que Ayuso es la única líder del PP que hace guiños constantes al electorado de Vox. La rivalidad de Monasterio es alargada.
Ahora suma otra razón: ha sacado una lista de 33 propuestas. Las que he leído me parecen buenas (de nuevo la obviedad liberal-conservadora-reaccionaria). Pero lo que quiero destacar es que son 33. ¿Por mi aritmomanía? También: 32 o 34 no sonarían tan a tridente como 33.
Lo importante, con todo, es la sobreabundancia. Me viene preocupando que, por las exigencias del guión del marketing político, que requiere mensajes básicos, se simplifique en exceso la comunicación política. Que acabe siendo como el chunga, chunga, chunga de la canción del verano. Repetir un estribillo una y otra vez.
Con 33 propuestas, lo que se pierde en impacto se gana en anchura: caben muchas más sensibilidades y, por eso, se pueden usar esos guiones que tanto me gustan: liberal-conservador-reaccionario-populista, etc. ¿No habrá contradicciones? A puñados, pero la política debería ser negociación, también dentro de los mismos partidos, y en éstos con más razón, porque la afinidad facilita el diálogo, la concesión, la síntesis y el acuerdo.
Encima, las pluripropuestas abren el abanico para el acuerdo con otras formaciones. No es un “o lo tomas o lo dejas”. Hay 33 ámbitos en los que acordar. Además, se multiplican los pequeños liderazgos sectoriales dentro del partido, porque alguien tomará con especial implicación cada una de esas banderas. Por penúltimo: entre las propuestas se crean sinergias que perfilan el contenido y los procedimientos para conseguir las otras. Se habla de fomentar la natalidad, por ejemplo, y, a la vez, de bajar impuestos, del acceso a la vivienda, de libertad educativa, de una cultura propositiva y de empleo. Etcétera.
Si tienes un programa completo y sistemático evitas que la oposición te robe el estribillo, como puede hacer y, de hecho, hace en cuanto las encuestas se te ponen de cara. La complejidad es la manera más sencilla de ser uno mismo.
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