Los sobresueldos y la austeridad ajena

Notas al margen

Los sobresueldos y la austeridad ajena
Los sobresueldos y la austeridad ajena / M. G.

16 de febrero 2025 - 03:07

En los tiempos más oscuros del urbanismo felizmente superados, hemos leído historias de políticos pagando en los mejores restaurantes con billetes recién horneados que salían del interior de un sobre sin fondo. Solían ser la excepción. Y con los años, la fiscalización de lo público se ha convertido en algo tan serio que hoy se cuida hasta el último detalle cuando se firman las cuentas: “No ponga usted en la nota las copas, gracias”. Nadie espera de un político que pague los gastos de representación de su bolsillo, ¿verdad? Pero sí resulta sorprendente que se pagaran sobresueldos con fondos públicos incluso después del caso Bárcenas, como ha publicado este periódico esta semana. Que el número dos del alcalde de Sevilla y la directora gerente de la Agencia Tributaria sevillana se hayan defendido de los cobros de miles de euros en cheques, bien atacando, en el caso de Juan Bueno, como un león enjaulado cuando invaden su espacio vital, o haciendo mutis por el foro, como Asunción Fley, era lo previsible. Y tampoco nos extraña el silencio atronador de José Luis Sanz, el alcalde de Sevilla de gesto serio y grave al que no le adornan ni el arte de la oratoria, ni el don de gentes, entre sus puntos más fuertes.

Los sobresueldos son como los coches oficiales, que se les coge un cariño especial al convertirse en un símbolo del poder. Pero Bueno y Fley niegan la mayor: quieren que creamos que eran para gastos de representación, asesoramiento, manutención y desplazamiento. Hemos de admitir que no ha sido fácil seguir la pista del dinero para completar sus ingresos desde la opacidad más extraordinaria. Que el primer teniente de alcalde de Sevilla y delegado de Hacienda y la directora del Fisco municipal cobraran los cheques a cargo de la cuenta del Grupo Popular en la Diputación, donde ni figuraban ni se les esperaba, es tan burdo que parece obra de Pepe Gotera y Otilio para disimular la alegría con la que se gastaba el dinero público. Conste que la clase dirigente no está muy bien pagada, y menos aún en estos tiempos sometidos al imperio de las redes sociales. A todos nos gustaría contar con los mejores políticos, pero sólo sería posible con buenos salarios y diciendo la verdad al ciudadano. La solución no está en los sobresueldos, con perdón, que ahora se llaman gastos de funcionamiento. Parece una tomadura de pelo que nos traten como a niños ocultando lo que el personal sospecha. Quien sustituye las palabras por las amenazas, o manipula, o miente o está perdido. Ahí se agota la credibilidad. Y no estamos hablando de un delito, pero los guardianes de la Hacienda pública, que tendrían que ser los más abnegados al servicio del contribuyente, sobre todo en tiempos de crisis, se descalifican al burlarse de las reglas del juego mientras practican la austeridad ajena. ¿Dónde queda el proyecto del alcalde basado en la economía bien aplicada con los precedentes de dos de las personas de su máxima confianza?

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