Mariló Montero Carlos Navarro Antolín

Son más, pero con menos huellaQué buen vasallo mi Juan...

La aldaba

08 de febrero 2025 - 03:05

Se fue, se fue. Como reza la canción de Laura Pausini. Se fue mi Juan Espadas del Parlamento, más que nunca de las Cinco Llagas por los sufrimientos de una singladura autonómica que ha acabado con el bote encallado tras soportar los mares zozobrantes de un partido varado. ¿Qué necesidad había, Juan? Ninguna. Los de arriba te usan y te... tiran. Por eso hay que jugar las cartas con el siempre recomendable paso corto, vista larga y un poquito de mala leche. No debió hacer caso nunca a Madrid, en su caso a esa estructura federal que va a lo suyo y no entiende más allá de la M-30. María Jesús Montero ha tardado cinco minutos en hincarle el diente a los asuntos turbios del PP con el colmillo que no ha exhibido nunca mi Juan, siempre con el traje de alcalde porque, entre otras cosas, no convenía torear a contra estilo. Qué bien despide el PSOE a sus políticos en funciones con obsolescencia programada. Se llevó un aplauso de sus compañeros diputados que llevan meses con las especulaciones sobre el futuro del partido en Andalucía, convencidos de que a mi Juan le quedaban dos yoplait en la despensa. En la política impera con descaro el mismo criterio que con los electrodomésticos en este siglo XXI. No hay talleres de reparación, acaso retiros dorados. Las lealtades son con una caducidad.

Mi Juan debe ahora hacerse fuerte, o sobrevivir, en un Senado con dominio absoluto del PP. La tarea es compleja. A mi Juan le tocó lidiar con el PSOE andaluz en el peor momento. Y ahora se tiene que desenvolver en una Cámara Alta donde el PSOE es oposición. Cuánto durará mi Juan de portavoz en el Senado es una de las dudas de un sanchismo que está en continua reprogramación para no perder comba, ora los ministros a los territorios, ora a las instituciones, ora a los altos tribunales. Mala cosa depender siempre de un dedo como el de un Sánchez herido en su orgullo porque acaba de sufrir la dimisión de su hermano, de un tipo que no tiene más ideología que el mantenimiento en el poder por el poder, de un vanidoso con rasgos palmarios de narcisismo. Mal momento para ser un socialista del perfil más propio del felipismo que del sanchismo. Y mala decisión la de abandonar el Ayuntamiento de Sevilla en su día para tragarse el sapo de un partido conmocionado por la pérdida de San Telmo. Una pregunta resulta clave y sencilla. ¿Se puede hacer política, trabajar en defensa del interés general, cuando se está en estas condiciones? No hay señor, solo vasallo.

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