El Palillero
José Joaquín León
Noviembre, el mes de Falla
C ÁDIZ sigue pendiente del mar cercano, el que marcan los vientos de sus conversaciones o las conversaciones de sus vientos. Me fascina ver cruzar a los bañistas por los semáforos de la avenida o el balneario de La Palma, cargados de enseres para la playa, las barbacoas o las timbas. La ciudad es una isla pero también tiene forma de barco, como afirmaba María Teresa León. Ya apenas navega. No sólo porque falte carga de trabajo en los astilleros sino porque ha olvidado que, como decía Pericón, a un gaditano le resultaba más fácil tomar café en La Habana que en Madrid. La memoria de la carrera de Indias, de los vapores rumbo a Valparaíso, Buenos Aires, San Juan o Mayagüez, el galeón de Manila, las expediciones a ultramar del siglo de las luces, han pasado a constituir simples retazos de nuestro anecdotario. Gades se podría ya bajar del pedestal porque al margen del empeño de la autoridad portuaria, los únicos barcos que van y vienen por la Punta son los cruceros, los nuevos vaporcitos sin vapor y el ferry de Canarias. Cuando llegan los grandes veleros, al menos viaja a bordo el sueño de lo que Cádiz fue. Que vuelve a serlo sólo será mérito o fracaso de los gaditanos y de sus representantes en todas las escalas de las instituciones.
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