El susto

Su propio afán

15 de septiembre 2024 - 03:06

Mi lentitud existencial tuvo un momento álgido con nuestra primera hija. Se tardan nueve meses en tener un niño, pero mi mujer y yo echamos nueve años, habiendo hecho lo posible desde el principio, que todo hay que decirlo. En esa situación, estábamos un poco más nerviosos de lo habitual, si cabe, con que fuese bien; y un día nos llevamos un susto y fuimos corriendo (por una vez) a Urgencias. Cuando el doctor nos confirmó que no pasaba nada, di un hondo suspiro: “¡Uf, qué susto!”

Me miró. Sonrió. Y dijo, cual oráculo: “El susto ya ha entrado en tu vida y no saldrá nunca. Se llama paternidad”. Nos hizo mucha gracia, porque estábamos deseando tener ese susto de la paternidad, y porque nos pareció exagerado.

Luego, a ratos, ha sido exagerado y otras veces no. Pero de pronto he descubierto una vertiente de aquella profecía de la que quizá el médico no era del todo consciente. La política, la económica y la social.

Leo el periódico con inmensa angustia, mas no por mí. Salvo que sobrevenga el Apocalipsis o el apocalipsis fiscal de Yolanda, en casa mal que bien podemos aguantar económicamente. También podríamos desentendernos un poco más de la política. Están haciendo lo posible por cargarse la democracia de España, pero el país tiene una enorme resiliencia, con perdón, y resistirá unos años. El hundimiento cultural ya no nos pilla, ni tampoco el abajamiento social, pues en casa, con la puerta bien cerrada, leemos lo que nos gusta, oímos a Mozart, rezamos en gregoriano y vámonos que nos vamos.

El susto son nuestros hijos, que tienen una vida entera por delante que hacer en una sociedad deshilachada, cada vez más bajuna y crispada, con menos oportunidades económicas y con incertidumbres jurídicas y políticas que nos acercan a la segunda división de las naciones. Lo van a tener muchísimo más duro que nosotros en todos los ámbitos y tendrán que pagar una deuda pública estratosférica que le están endosando los mismos gobernantes que se lo están poniendo tan difícil.

La teoría ya la sabemos de sobra. Con ejemplares excepciones, que conozco, las personas con hijos afrontan los problemas sociales con muchísima más preocupación general por el futuro que la gente que no tiene hijos. Es natural, y otro motivo, aunque indirecto no menor, para que nos preocupe la baja natalidad en España. Pero una cosa es saberse la teoría, y otra es sentir este susto todo el día en carne propia y viva. Uf.

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