La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
La aldaba
Se nota a leguas que a Moreno le entusiasman el protocolo, la liturgia, los ritos y las formas. El único problema de los amantes del sentido institucional (término del que se abusa para justificar cierto modus operandi) es que haya mucho rollo y... poca manteca en el bollo. A Moreno le funciona de momento un boato de diseño trufado de las bromas que gasta en sus discursos al estilo del César en el Circo Máximo que condena o indulta a los consejeros gladiadores. ¿Era necesario este teatro para los cambios en el Gobierno?, se preguntaba ayer mismo Stella Benot. Y como es mejor no intentar mejorar lo inmejorable, nos limitaremos a seguir el concepto clave del análisis de la compañera. Hemos asistido al teatrillo de San Telmo. Moreno juega a habitar su particular Moncloa, a generar expectativas para hacerse el interesante, el imprescindible, el todopoderoso. ¡Si ya lo es, no hace falta jactarse! Podríamos equipararlo al rey San Fernando con una lápida en el Palacio de San Telmo del siglo XXI inspirada en la colocada en la Capilla Real por orden de Alfonso X El Sabio en 1253 para honrar a su padre. “Aquí vive el muy honrado Juanma Moreno, señor de Málaga, Córdoba, Jaén, Huelva, Almería, Cádiz y Granada. El que conquistó toda Andalucía, el más leal, el más verdadero, el más franco, el más esforzado en las fotografías y vídeos, el más apuesto con el chaleco sin mangas y los trajes de Silbon, el más granado al hacerse el tatuaje de los 55 diputados, el más sufrido, el más humilde, el que no teme al PSOE tras el pronunciamiento del Tribunal Constitucional con el caso de los ERE, el que más le hace servicio al centro moderado, el que quebrantó y tiene varado al socialismo andaluz, el que colocó a todos los amigos sumisos de Ciudadanos y, al final, parece que conquistó la ciudad de Sevilla, que es cabeza de toda España”. ¿Hacía falta este teatrillo? Si echamos la vista atrás, la verdad es que todo encaja si comprobamos el entusiasmo que puso el presidente en crear un emblema propio para la Presidencia andaluza nada más hacerse con el cargo. Y aquella segunda toma de posesión solo comparable a la inauguración de la Exposición del 29 por Alfonso XIII en la Plaza de España de Sevilla. No le hace falta a Moreno tanta fanfarria. Su éxito no ha dependido nunca de la liturgia impostada, sino de la capacidad de sufrimiento en el seno de su partido, del hermoso poder de darnos tranquilidad en la pandemia, de su habilidad en los debates electorales y en las comparecencias parlamentarias y de una gestión que suma seis años sin escándalos. Hasta promovió una subida de sueldos justificada y razonada. Así la defendimos. No lo estropee el presidente con comparecencias sin preguntas (hábito nada democrático) y un estilo fatuo que proyecta una imagen de cierto endiosamiento. Retome la senda que nació en los comicios de diciembre de 2018. No sea un Aznar que se estrella en una boda en el Escorial. El pueblo no es tonto. El pueblo acaso es cruel. Y no avisa nunca.
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