Enrique / García-Máiquez

El tipo del alcalde

Su propio afán

23 de julio 2015 - 01:00

SE habla mucho del fondo de armario del excelentísimo Sr. Alcalde de Cádiz. Una opinión extendida sostiene que debería tomarse más en serio su responsabilidad y vestir mejor el cargo. Monárquicos hay que se encomiendan, incluso, a Fermín Salvochea, y suplican que, puesto que ha puesto en el despacho su retrato, se fije al menos en cómo vestía el alcalde cantonalista. En el cuadro, posa con corbata.

Yo sostengo que no es un problema de falta de seriedad, sino de lo contrario. Kichi se toma demasiado en serio a sí mismo. Desde que tomó la vara, envarado, se niega a disfrazarse. Como sabrá él, que echó bastantes años en la universidad, el lema de The Globe, el teatro de Shakespeare, era "Totus mundus agit histrionem", que William se encargó de traducirnos: "The whole world's a stage/ And all men and women merely actors". El traductor al español tampoco es manco, o sea, que no fue Cervantes, pero sí Calderón de la Barca, cuando habló de "El Gran Teatro del Mundo". Un alcalde no es sino un señor que representa el papel de alcalde.

Y aquí entra en escena otro gran teatro, el Falla. A Kichi no se le ha pasado por la cabeza en los años que lleva con su comparsa salir sin disfrazarse. Lógico. ¿Se imaginan ustedes un comparsista diciendo que él viste así, como siempre, como la gente de la calle, y que no dejará que nada le cambie? Hay quien le otorga al alcalde un plus de autenticidad por ir informal, pero ningún aficionado pensaría que nadie, por pasar del tipo, va a cantar mejor en el Falla, qué va.

En el teatro de la vida a uno le toca hacer de comandante del Juan Sebastián Elcano y, entonces, espera junto al portalón perfectamente uniformado en posición de saludo al señor alcalde, que debería ir vestido (o disfrazado, según Shakespeare y Calderón y todos los clásicos) de alcalde. ¿O piensa Kichi que el capitán de navío Enrique Torres, en su casa, para ver la tele, se pone de punta en blanco con el uniforme completo de verano? Tal vez también le relajan las chanclas y los vaqueritos.

Como sabe cualquier hombre de teatro o de carnaval, en el escenario hay que desaparecer, dejando que el personaje brille sobre la persona, aportándole, eso sí, por supuesto, lo mejor de nosotros mismos. En el gran teatro del mundo, un alcalde es igual. Lo que contribuye, además de a la prestancia de los actos públicos, a que el cargo esté más centrado en su papel, menos en su personalidad.

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