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NOTAS AL MARGEN
LOS gobernantes no deben empañar la imagen de la Justicia en ningún caso. Y toda una vicepresidenta primera del Gobierno aún menos. Pero desde que María Jesús Montero asumió el liderazgo del PSOE andaluz parece dispuesta a meterse en todos los fregados. Ella ha sido la última en censurar a los jueces, tras la absolución de Dani Alves, pero no ha sido la única. Otros ministros también se despachan a gusto con la labor de los magistrados sin el más mínimo respeto por la separación de poderes. Y qué podemos decir de Pedro Sánchez, que presumió en su día de que la Fiscalía depende del Gobierno, para tratar de convencernos de que traería a Puigdemont de vuelta para juzgarlo por sedición y malversación de fondos. Poco tiempo después, el Ejecutivo indultó a los independentistas, eliminó la sedición y rebajó la malversación cediendo a su chantaje y poniendo a prueba los pilares del Estado de derecho. Sánchez sostiene que era la mejor receta para cerrar las heridas en Cataluña, pero a la Justicia se le cayó la venda de los ojos de un plumazo. Montero pidió disculpas a su manera y a la vez dejó entrever que los jueces le tienen más manía a ella que a sus rivales. No será por cómo cargaba el PP contra ellos cuando salieron a la luz los primeros casos de la trama Gürtel, tratando de trasladar la idea de que trabajaban a las órdenes del PSOE, ¿verdad?
Nuestros políticos no son los únicos que no respetan a la Justicia. Marine Le Pen y sus partidarios han arremetido con fuerza contra la judicatura tras su inhabilitación. Y Trump, que desafía las órdenes de los jueces sin pestañear, ha sido el primero en apoyarla. Así podríamos seguir hasta aburrirnos. El brillante penalista Francisco Baena Bocanegra, tristemente fallecido esta semana, defendió a Pedro Pacheco por su famosa frase de “la Justicia es un cachondeo”. El ex alcalde jerezano, durante su pleito con Bertín Osborne, en realidad lo que comentó fue lo siguiente: “La gente dirá que la Justicia es un cachondeo y yo tengo que darle la razón”. Y si se sentó en el banquillo fue porque acusó a los jueces de prevaricar. Finalmente eludió la prisión, pero años más tarde sería condenado a cuatro años y seis meses por enchufar a dos compañeros en el Ayuntamiento. Cuando apeló al Supremo, le cayó un año más de condena. Algunos lo llamaron justicia poética y otros simplemente venganza. Entonces se sabía muy poco de los jueces. Hoy conocemos sus rostros, a qué asociación pertenecen, si son más o menos progresistas y hasta sus andares. Pacheco piensa igual ahora que hace 40 años pero casi tiene peor opinión de la clase dirigente que de los jueces, porque no ha tenido tanta suerte con la inhabilitación como los independentistas tras pedir el indulto. Lo que tiene delito es que los actuales gobernantes tampoco se tomen en serio la labor de la Justicia y para colmo sean los primeros en trasladar la idea de que los togados no son de fiar.
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