Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Política decente
La aldaba
En el Parlamento Europeo no hay que explicar un “asunto doméstico” como la DANA que ha dejado más de 200 muertos en Valencia, principalmente porque no es un “asunto doméstico”. Es una tragedia. Si sus señorías de otras naciones no entienden la gravedad de los hechos tienen un serio problema de falta de sensibilidad, carencia de tacto y, por supuesto, han de mejorar los canales por los que reciben información. O aprender de los que se manejan en el Vaticano, donde el Papa tarda muy poco en reaccionar a cada suceso que marca la actualidad no ya en Europa, sino en todo el mundo. Sobran sesudos analistas europeos, expertos de los pasillos de las sedes de Bruselas o Estrasburgo, para explicarnos los efectos que tiene que los eurodiputados del PP no apoyen la candidatura de la socialista Teresa Ribera a un puesto de ministra en el Gobierno de la Unión, nada menos que la número dos de la Comisión Europea. No es momento de prestarle el apoyo a quien tiene competencias directas en la gestión de la DANA en Valencia por medio nada menos que de la Confederación Hidrográfica del Júcar. No es un asunto doméstico, no es un politiqueo al uso o una de tantas corruptelas. Es una tragedia sobre la que se han pronunciado altos mandatarios europeos. Los populares españoles hacen bien en frenar el nombramiento de Ribera en lo que a ellos respecta. No es el momento, no es oportuno ni sería decoroso. Mazón (PP) es el rostro de la tragedia, pero Ribera (PSOE) no se puede ir de rositas, menos aún como si fuera premiada justo en un momento de fuerte crisis, cuando todavía se buscan cadáveres y no ha comenzado la depuración de responsabilidades políticas. Vienen meses de comisiones de investigación y procesos judiciales al respecto, de fuertes tensiones y polémicas. El PP español haría el indio si presta su aval sin condiciones. No puede ni debe hacerlo. Al igual que debe obligar a Mazón a poner fecha precisa a su retirada. Está achicharrado en el plano político, es un lastre para la institución y para su partido y, lo que es más revelador, no ha estado a la altura a la hora de explicar dónde estaba cuando saltaron las alarmas. La gestión de la Junta de Andalucía en Málaga ha sido en la práctica una enmienda a la actuación de Mazón, ha tensionado a unos dirigentes que han aprendido rápido la lección valenciana y ha evidenciado que hay un consejero, Antonio Sanz, que navega mejor en los mares embravecidos de las crisis (inundaciones, fuegos y otras tragedias) que en las aguas en calma. Y eso es un valor que ahora adquiere especial importancia. El chalequillo de las emergencias de Sanz es un icono que genera tranquilidad y convierte al bueno de Antonio en una suerte de Santa Bárbara en tiempos de truenos. En una clase política desprestigiada por culpa de sus protagonistas, hay momentos en los que algunos pueden salir reforzados por cumplir con su obligación. Y hacerlo con la fuerza de la vocación. Así de sencillo.
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