Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Ramón Castro Thomas
La aldaba
Tenemos un presidente osado, descarado, altivo para defender sus intereses, con capacidad de sacrificio en circunstancias muy adversas y con su cuarto y mitad de suerte bien despachado. Del joven militar Franco se decía que tenía baraka cuando se libraba de la muerte en las contiendas africanas. La suerte es un ingrediente fundamental en el guiso del poder. Esta semana debía ser especialmente horrible para el Gobierno al trascender, por fin, una de las contraprestaciones que Sánchez ofrece a Bildu por su apoyo parlamentario: acelerar la salida de la cárcel de una serie de asesinos de ETA de acuerdo con una directiva europea que se interpreta de la forma más favorable a los presos y que no era obligatorio aplicarla en este momento. Pero el PP mete el pinrel al avalar la norma por razones inexplicadas e inexplicables. El jueves conocemos los detalles de la investigación de la UCO sobre el caso Koldo, un informe que da para una serie de Netflix que demuestra la desvergüenza, la mentira, la codicia y la carencia de valores de determinados gobernantes antes, durante y después de una pandemia. La suerte del presidente es que su audiencia con el Papa tiene lugar al día siguiente, recibe un flotador en plena tormenta, un alivio aunque sea provisional para un jefe del Gobierno en apuros. Es cierto que el Papa está recibiendo ya a muchos dirigentes políticos, incluidos varios de los autonómicos, pero eso no le quita valor a la fotografía de un político en apuros con quien encarna la primera (y tal vez única) autoridad moral en el mundo. Sánchez asegura en Roma que no habrá impunidad en el caso Koldo. Toma, claro. ¿Y por qué, señor presidente, podríamos valorar la posibilidad de que hubiera impunidad? Recuerda uno el día que Sánchez ya conocía la imputación de su esposa y realizó una proclama solemne en el Congreso de los Diputados: “Confío en la justicia de mi país”. Tururú. La Abogacía del Estado terminó interponiendo querellas contra el juez Peinado. Roma bien merece una escapada en tiempos de fuertes crisis, la luz blanca que irradia la sotana del Santo Padre siempre viene bien, la marcialidad de los guardias suizos genera una solemnidad balsámica en horas de tensiones monclovitas. Felipe González decía que la Iglesia proporciona un orden en valores y que, al margen de los credos, a todo gobernante le interesa una sociedad en orden. Tal vez sea demasiado tarde para salvar al sanchismo. Podríamos hoy reescribir aquel mensaje de texto de Rajoy. “Pedro, sé fuerte. La vida es resistir y que alguien te ayude”. La foto con el Papa ayuda. Y el resbalón del PP también. Pero son asideros de aguante limitado. Koldo será pronto el caso Ábalos.
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