Trampa, no linchamiento

Crónica personal

27 de noviembre 2024 - 03:05

Elcaso Lobato huele tanto a trampa que echa para atrás el tufo nauseabundo. El secretario general del Psoe madrileño, que se resiste a dimitir, no siempre ha sido un dirigente enfrentado sin fisura a Pedro Sánchez; ha tenido momentos de justificar decisiones injustificables de Ferraz y Moncloa; criticaba lo justo para que le permitieran continuar en el cargo, sin pasarse de incisivo. Sin embargo no debía parecerle suficiente al círculo de Sánchez, que abiertamente contaba que se pensaba en nombres para el relevo encabezados por Oscar López, ex jefe de gabinete de Sánchez y actual ministro. Pero no se le decía a Lobato que fuera pensando en la retirada porque López no tenía ninguna gana de ser líder del socialismo madrileño y que se le obligara a enfrentarse a Isabel Ayuso.

La operación de filtrar a Lobato los datos sobre las negociaciones de conformidad que estaba realizando el novio de Ayuso con Hacienda, para que las utilizara en una intervención de la Asamblea Madrileña, debieron mosquear a Lobato. Probablemente alguien le apuntó que hacer público el contenido de esas negociaciones era delito, y actuó en consecuencia. Cuando meses después se publicó el contenido de los mensajes que había mantenido con Pilar Acedo, jefe de gabinete de Oscar López antes y después de ser ministro, sabiendo ya a esas alturas que no era cierto que las informaciones sobre González Amador las habían publicado previamente varios medios de comunicación, debió olerse la tostada. Si hubiera publicado esos datos habría tenido serios problemas con la justicia. Decidió acudir a un notario, por si acaso.

Este pasado lunes, atacado desde todos los flancos monclovitas, decidió pelear. No ha sido un hombre firme en su posición crítica a Sánchez, siempre con un punto de temor a traspasar la línea que podría provocar sanciones o ruptura; pero los ataques implacables recibidos en las últimas horas le llevaron a hacer público que no pensaba dimitir de su cargo, y denunció sentirse víctima de un “linchamiento” de sus compañeros. Sin embargo, da la impresión de que le pusieron una trampa. Su empecinamiento en mantenerse al frente del Psoe madrileño era un problema, porque tenía posibilidades de conseguirlo ya que la mayoría de los alcaldes le habían prometido su voto.

Juan Lobato, que no es un político de largo recorrido y experiencia, no supo medir las consecuencias de enfrentarse a un tipo, o a un puñado de tipos, entre los que se encuentra un jefe de gobierno y un fiscal general del Estado, dispuestos a todo con tal de lograr sus objetivos: el principal, salvarse de jueces y fiscales implacables. Y segundo, hundir a quien hace muy difícil, por no decir imposible, que los socialistas puedan gobernar en Madrid. Necesitan para ello, en Madrid, alguien tan falto de principios como ellos mismos.

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